Según una investigación llevada a cabo en Guatemala, las mujeres excombatientes necesitan más ayuda para reintegrarse en la sociedad una vez terminan los conflictos. Si no, continúan enfrentando barreras importantes en su vida una vez vuelve la ‘normalidad’.

 

El conflicto armado entre las organizaciones guerrilleras y el ejército guatemalteco causó la muerte de más de 200.000 personas entre 1960 y 1996. En estas organizaciones, las mujeres representaron el 15 por ciento de los combatientes y tenían diversos roles en la guerrilla como sanitarias, comunicadoras de radio o representantes políticos.

 

Después muchos conflictos, los programas de Desarme, Desmovilización y Reintegración ayudan a reinsertar a los excombatientes en la vida civil. Sin embargo, este apoyo se centra más en la reintegración económica y política, dejando a los excombatientes y a las comunidades reconstruir la confianza social por sus propios medios. Este fue también el caso de Guatemala, que resultó especialmente difícil para las mujeres, que se vieron obligadas a regresar a roles de género tradicionales.

 

El apoyo posterior al conflicto en Guatemala incluyó medidas legales, de vivienda, educación e incluso la puesta en marcha de pequeños proyectos productivos. Pero este programa de Desarme, Desmovilización y Reintegración tan temprano carecía de perspectiva de género.

 

Las excombatientes tenían diversos roles en los grupos guerrilleros y realizaban tareas similares a las de los hombres. Muchas mujeres habían mantenido relaciones emocionales mientras estaban en la guerrilla, y algunas incluso tenían hijos. Sin embargo, que estas relaciones funcionaran en la vida civil resultó difícil, ya que una vez que la participación de las mujeres ya no tenía objetivos revolucionarios, los hombres ya no estaban tan interesados en tener esposas activas y asertivas, mientras que su entorno social alentaba a los hombres y mujeres a asumir los roles tradicionales de género.