Ingresar en un hospital por una determinada dolencia o infección y contraer durante la estancia otra diferente a la que te ha llevado al centro hospitalario no es habitual, debido a la eficacia de los sistemas de prevención, pero tampoco se trata de un hecho aislado. Según el Centro Europeo para la Prevención y Control de Enfermedades (ECDC) un 6% de los pacientes es contagiado por una infección en el propio hospital, lo que genera un impacto económico de siete billones de euros en toda Europa.

Las infecciones nocosomiales, así se conocen a aquellas que se contraen en el centro y no son por tanto el motivo del ingreso, suponen un auténtico reto sanitario. Ahora, un grupo de investigación del área de Máquinas y Motores Térmicos de la Universidad de Córdoba (UCO), en España, ha probado la eficacia del sistema de ventilación por desplazamiento que reduce aquellas infecciones que se transmiten por vía aérea, como, por ejemplo, sarampión, tuberculosis o klebsiella, patógenos que pueden causar severas complicaciones en pacientes con defensas bajas o inmunodeprimidos.

Más del 90% de las instalaciones en hospitales y otros edificios utilizan lo que se denomina ventilación por mezcla, según explica uno de los autores principales del estudio, el profesor Manuel Ruiz de Adana. Estos sistemas impulsan aire nuevo en la parte superior de la zona de la habitación no ocupada por el paciente. Posteriormente, este aire se mezcla con el aire de la habitación y se diluyen los contaminantes.

Frente a esto, el grupo de investigación ha estudiado el riesgo de infección en un sistema de ventilación diferente, -denominado ventilación por desplazamiento- en el que el aire se impulsa a bajas velocidades en la zona en la que se sitúa el propio paciente. El aire de la habitación, expuesto a contaminantes, es literalmente “desplazado” y asciende a la parte superior de la misma debido a su calentamiento en la habitación. Se trata de un sistema en el que los contaminantes, en lugar de diluirse, se arrastran de un lado a otro de la habitación hasta desaparecer por las rejillas de extracción. De esta forma, se genera un flujo de aire limpio, tipo “pistón”, en la zona dónde se sitúa el paciente y el personal sanitario.