Los cometas datan de la época en que se formaron el Sol, los planetas y otros astros de nuestro sistema solar. Debido a ello, son reliquias de la misma materia prima que dio lugar a todos esos cuerpos celestes, y por tanto investigar a los cometas es investigar el origen de la Tierra y del resto del sistema solar.

 

Ahora, un equipo que incluye a Nora Hänni y Kathrin Altwegg, ambas de la Universidad de Berna en Suiza, ha conseguido por vez primera identificar toda una serie de sustancias orgánicas complejas en un cometa.

 

El espectrómetro de masas de alta resolución ROSINA, a bordo de la sonda espacial Rosetta, de la Agencia Espacial Europea (ESA), recogió datos en el cometa 67P/Churyumov-Gerasimenko, también conocido como Chury, entre 2014 y 2016. Estos datos permiten ahora a Hänni, Altwegg y sus colegas aportar datos nuevos y esclarecedores sobre el rico contenido orgánico de Chury.

 

Cuando Chury alcanzó su perihelio, el punto más cercano al Sol, se volvió muy activo. La sublimación de los hielos cometarios creó un flujo de salida que arrastró consigo partículas de polvo. Las partículas expulsadas se calentaron gracias a la irradiación solar hasta alcanzar temperaturas superiores a las habituales en la superficie del cometa. Todo esto hace que las moléculas más grandes y pesadas sean analizables más fácilmente.

 

Entre las sustancias identificadas, hay compuestos orgánicos que nunca antes habían sido encontrados en un cometa. Su presencia en Chury ha sido una sorpresa. Por ejemplo, hay naftalina, como la que da su olor característico a las bolitas antipolillas que colocamos en ropa que va a estar guardada durante mucho tiempo. También se ha descubierto ácido benzoico, un componente típico del incienso. Otra sustancia llamativa encontrada en el cometa es benzaldehído, muy usado en la industria alimentaria para agregar sabor de almendra a algunos productos.