Utilizando materia inorgánica, unos científicos han desarrollado estructuras artificiales que son similares en algunos aspectos a las células. Estas pseudocélulas ingieren, procesan y expulsan material de forma autónoma, recreando una función esencial de las células vivas.

Este logro proporciona un modelo para crear pseudocélulas artificiales con aplicaciones potenciales que van desde la administración de fármacos con alta precisión hasta las investigaciones medioambientales.

Una función fundamental de las células vivas es su capacidad de recoger energía del entorno para bombear moléculas hacia dentro y hacia fuera de sus sistemas. Cuando se utiliza energía para mover estas moléculas desde zonas de menor concentración a zonas de mayor concentración, el proceso se denomina transporte activo. El transporte activo permite a las células tomar las moléculas necesarias, como la glucosa o los aminoácidos, almacenar energía y extraer los residuos.

Desde hace décadas, se busca crear células artificiales, es decir, estructuras microscópicas capaces de emular las características y el comportamiento de las células biológicas. Pero las pseudocélulas artificiales logradas hasta ahora suelen carecer de la capacidad de realizar procesos celulares complejos como el transporte activo.