Uno se da cuenta de que ha detectado un saltarín cuellidorado en el bosque cuando ve un ave de pecho amarillo haciendo piruetas de un árbol a otro. El macho adulto hace esta especie de baile aéreo para atraer a las hembras y aparearse, pero también las seduce con un canto peculiar: el ‘chi-pú’. En la naturaleza, este canto es casi exclusivo de los machos adultos, lo mismo que las piruetas. Son su arma secreta para enamorar a las hembras.

Como la expresión de los comportamientos sexuales suele estar ligada a hormonas, los científicos del Smithsonian, Ioana Chiver y Barney Schlinger, quisieron averiguar qué pasaría si le dieran testosterona, una hormona masculina, a los machos juveniles y a las hembras de saltarín. En un primer experimento, los investigadores comprobaron que, al administrarles testosterona, los machos juveniles realizaban las mismas acrobacias de cortejo de los machos adultos, mientras que las hembras solo realizaban algunas.

 

Utilizando las grabaciones en video de este primer ensayo, los científicos pudieron analizar también los cantos de las aves. Descubrieron que, bajo los efectos de la testosterona, las hembras de saltarín podían hacer el ‘chi-pú’ típico del macho. Esto podría significar que su cerebro cuenta con los sistemas necesarios para hacer este canto de apareamiento, o que puede desarrollarlos rápidamente cuando recibe hormonas masculinas.

 

En los machos juveniles de saltarín, el efecto fue un poco distinto. Tanto los que recibieron la hormona, como los que no recibieron nada, emitieron el llamado de ‘chi-pú’. Sin embargo, los cantos de los machos juveniles y las hembras tratadas con testosterona se parecían más entre sí, que a los de machos juveniles que no recibieron la hormona o a los de adultos en la naturaleza.