Una investigación reciente demuestra algo sorprendente: basta con que una persona camine descalza por la playa para que sea posible extraer su ADN de las pisadas. Y no solo eso; el ADN humano puede captarse en ríos, en mares y hasta en el aire.

 

Tosemos, escupimos y arrojamos nuestro ADN de muchas maneras en esos lugares y en muchos más. Según los resultados de este estudio, se puede hallar ADN humano en casi cualquier lugar del mundo, salvo en sitios como islas deshabitadas y aisladas o cimas de montañas remotas.

 

Esta ubicuidad es a la vez una bendición científica y un dilema ético, tal como dicen los autores del estudio. El ADN humano que lograron recuperar era de tan alta calidad que pudieron identificar mutaciones asociadas a enfermedades y determinar la ascendencia genética de poblaciones cercanas. Incluso pudieron cotejar la información genética con la de participantes individuales que se habían presentado como voluntarios para que se intentase recuperar su ADN diseminado por el entorno.

 

El estudio lo ha llevado a cabo un equipo integrado, entre otros, por David Duffy y Liam Whitmore, de la Universidad de Florida en Estados Unidos.

 

Duffy cree que, con un tratamiento de las muestras de ADN ambiental que respete los límites éticos, se lograrían beneficios en campos que van desde la medicina y las ciencias ambientales hasta la arqueología y la criminalística.