En 2017 Scot Martin, de la Escuela de Ingeniería y Ciencias Aplicadas (SEAS) John A. Paulson de Harvard, imaginó un novedoso sistema de monitoreo químico basado en drones para rastrear la salud del Amazonas y monitorizar los efectos del cambio climático, la deforestación y los incendios.

 

El proyecto monitorearía las señales químicas emitidas por los compuestos orgánicos volátiles (COV), sustancias orgánicas compuestas fundamentalmente por carbono que ayudan a las plantas a interactuar con los organismos que las rodean. Cada especie de planta emite una señal de COVs diferente, como una huella digital, que puede cambiar según la temporada o si la planta está bajo la presión por, por ejemplo, de sequías o inundaciones. Monitorear y traducir estas señales puede revelar cómo los ecosistemas forestales responden al estrés causado por el cambio climático.

 

Tradicionalmente, este tipo de monitoreo se ha realizado desde grandes torres que se elevan por encima del dosel del bosque. «El Amazonas contiene miles de pequeños ecosistemas, cada uno con su propia biodiversidad y emisiones de COVs», apunta Jianhuai Ye, becario postdoctoral en la SEAS. «Sin embargo, hay menos de diez torres en todo el bosque y todas están construidas en ecosistemas similares, lo que conduce a un gran sesgo en los datos», agrega.

 

Martin, Ye y el resto del equipo, que incluye colaboradores de la Universidad Estatal Amazónica (UEA) y de la Fundación de Apoyo a la Investigación del Estado de Amazonas (FAPEAM), pensaron que los drones podrían proporcionar datos más precisos en torno al bosque. Y en su primera misión observaron que la idea era acertada.