El pez killi del Golfo de la bahía de Galveston, Texas, Estados Unidos, estaba casi condenado a la extinción local causada por la actividad humana, que ha transformado su hogar en una sopa tóxica y ha sido rescatado (también por el ser humano) mediante la introducción accidental de un pez invasor armado genéticamente con rasgos resistentes a la contaminación. Tras el intercambio de genes con este invasor, el pez killi del Golfo desarrolló la capacidad de permanecer en aguas contaminadas en una región del golfo de México que ha estado contaminada por la actividad industrial durante unos 60 años.

Los resultados sugieren que la conectividad entre especies y la hibridación pueden desempeñar un importante papel en la adaptación a los cambios medioambientales extremos y rápidos provocados por la actividad humana.

Sin embargo, las mutaciones aleatorias surgen lentamente y los cambios rápidos en los entornos a menudo conducen a presiones selectivas extremas y a disminuciones de la población, algo que puede reducir la variación genética necesaria para la adaptación.

Esto deja la pregunta abierta sobre si las especies pueden evolucionar lo suficientemente rápido como para sobrevivir a los rápidos y profundos impactos medioambientales que producimos.

No obstante, en una bahía muy contaminada a lo largo de la costa del golfo de Texas, repleta de productos químicos industriales que causan deformaciones cardíacas en los peces, el pez killi del Golfo (Fundulus grandis) permanece y parece haber desarrollado rápidamente una resistencia adaptativa a los letales productos tóxicos del área.

En el nuevo estudio, Elias Oziolor, de la Universidad de California en la ciudad estadounidense de Davis, y sus colegas utilizaron análisis genómicos y poblacionales experimentales para comprender mejor la naturaleza molecular de estas adaptaciones y cómo el pez killi del Golfo las ha adquirido con tanta rapidez.