El bioinsecticida fue creado por investigadores de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Medellín como una solución de manejo integrado de la “oruga negra” –nativa de regiones tropicales y subtropicales de América–, que en su etapa de larva puede causar daño significativo a los cultivos si no se controla de forma adecuada, según explica la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).

Indica además que aunque el gusano cogollero –u oruga negra– prefiere el maíz, también puede alimentarse de más de 80 especies de plantas, incluyendo el arroz, la caña de azúcar y el algodón.

 

De ahí la necesidad de crear un producto inhibidor de la plaga, el cual se preparó a base de células de árbol de neem (Azadirachta indica), que proviene de zonas secas del sur y sureste de Asia y se introdujo al Caribe y a América.

 

Inicialmente el extracto elaborado por los investigadores es semisólido, pero cuando se le integran aditivos protectores y estabilizantes pasa a ser un producto líquido.

 

El profesor Fernando Orozco Sánchez, de la Escuela de Biociencias de la Facultad de Ciencias de la UNAL Sede Medellín y uno de los inventores, manifiesta que el bioinsecticida es innovador, pues lo que se encuentra en el mercado es una formulación a base de extractos de semillas de neem, pero “hasta ahora no se conocía una formulación obtenida a partir del cultivo de células vegetales, ni las etapas para producir y separar el ingrediente activo con fines insecticidas o antialimentarios para insectos”, destaca.

 

Otra novedad del bioinsecticida son los aditivos para protegerlo de la luz y hacerlo más duradero. Su efectividad es comparable a la de insecticidas químicos comerciales y se probó en plantaciones en campo en la Estación Agraria de la Sede, Cotové (Santa Fe de Antioquia). Por su acción y aplicación no es tóxico para animales vertebrados o insectos benéficos como las abejas.