“Me llamo Jhon­ny José por el doctor José Gre­gorio Hernán­dez. En mi casa materna hay un pequeño nicho en su honor”.

El sacerdote jesuita Jhonny Veramendi habla, desde Caracas, con entu­siasmo sobre una devoción que, como millones de ve­nezolanos, vive en el seno de su familia por José Gre­gorio Hernández, a quien muchos en Latinoamérica consideran ya un santo pe­se a que le falta un trecho, apenas hace pocos días que el Papa Francisco aprobó su beatificación, tras un largo proceso.

A la Iglesia Católica le to­mó más de 70 años declarar beato al famoso galeno ve­nezolano, pionero de la me­dicina moderna en ese país, al que llaman “El médico de los pobres”. Quien fue es­cogido para especializarse en Francia y replicar sus co­nocimientos en su tierra, lo que logró con creces y con un sentido cristiano, en dos ocasiones intentó ingresar al sacerdocio, aunque, paradójicamente, por proble­mas de salud, no lo logra.

Su proceso de beatifica­ción data del año 1949, a iniciativa de un sobrino su­yo, 30 años después de su muerte, ocurrida el 29 de junio de 1919. El pasado 19 de junio el Vaticano anun­ció la aprobación del Papa Francisco, quien, en el mo­mento en que se iniciaron estos trámites, era un niño de 13 años.

Francisco dio su visto bueno luego de que los ex­pertos de la Iglesia certifica­ran el milagro que significó la recuperación de la niña Yaxuri Solórzano. Esta re­cibió un disparo en la cabe­za. La madre dice que le oró a Hernández. Pese a que el pronóstico era de secue­las permanentes, si lograba salvar la vida, se recuperó pronto y por completo.

El padre Veramendi, je­suita desde hace 35 años y párroco de la parroquia del Instituto Jesús Obrero, en Caracas, dice que en su fa­milia, José Gregorio ha si­do una pieza clave. “Mi her­mana es esquizofrénica, mi madre dice que él le ha da­do fuerzas para padecer la enfermedad, sufrirla, ale­grarse con el restableci­miento y la recuperación de mi hermana, en su vuel­ta a la lucidez. Esto que siente mi madre, nadie lo puede verificar ni juzgar, es algo muy íntimo en lo que el absoluto de Dios nos so­brepasa y nos asombra.”

Dice que está al tanto de testimonios que afirman ha­ber visto la figura caracte­rística del médico, enfunda­do en un traje de chaqueta, con el bigote y el sombrero negro, al lado de su cama o en la camilla de operación, en medio de una cirugía.

La noticia de su beatifi­cación ha sido recibida con regocijo, entre los venezola­nos, según cuenta Veramen­di.

Tendencia en redes
“La gente está feliz. Has­ta los que no son católicos hablan de eso. Para noso­tros, Jose Gregorio es beato y santo de siempre. La igle­sia, más bien, se ha tardado en reconocer, oficialmente, una devoción que ya no es­tará en las catacumbas de la fe individual o colectiva. Su nombre fue tendencia por y tres días en las redes, llovie­ron los comentarios, los tes­timonios y los artículos.”

Dos barreras demoraron la beatificación. La primera, fue la oposición del obispo de Caracas, para la época, monseñor Navarro. Se di­ce que se trató de una lucha de egos. “Debió contar con su apoyo y él, a sabiendas de la koinonía y santidad del doctor José Gregorio, se opuso.”

Religiosidad popular
El segundo obstáculo obedeció al uso de la figu­ra de José Gregorio ligada a una religiosidad popu­lar llena de sincretismo. Pa­ra Veramendi esta traba fue “una lectura mezquina del evento que iba actuando al curso de la historia, falta de olfato, de conexión, con la creencia popular que es la que realmente certifica.”

Ante el señalamiento de que a los cristianos de este lado del mundo les ha favo­recido tener un Papa latino, Veramendi está de acuerdo.

“Nos hace bien tener un papa latino. En un momen­to como éste, en que Vene­zuela está sumida en una gran desgracia, hace bien, además, tener a un refe­rente de nuestra tierra que nos devuelva la esperanza. Hay mucha desesperanza, abatimiento y emigración. Mucha decepción por el li­derazgo político. Es impor­tante la vuelta a creer que la humanidad tiene motivos de salvación y de alegría, al ver que alguien, como José Gregorio, con no pocas di­ficultades, pudo remontar­se a ellas y dar lo mejor de sí. Ser alguien propositivo que hizo bien para la huma­nidad. Se necesita porque los referentes se van desdi­bujando.”

Explicó que José Grego­rio no conoció la democra­cia y vivió en una Venezuela 90 por ciento rural.

“Vino de los Andes a Ca­racas, pudo formarse fue­ra, vivió la época dura de una Venezuela atrasada, que estaba descubriendo la desgracia que tenemos co­mo país, que es el petróleo. Una Venezuela desconec­tada del mundo. El doctor se desarrolló en la dicta­dura de Juan Vicente Gó­mez, sin embargo, a pesar de eso, fue un hombre que superó su tiempo, supo ayu­dar a los pobres, trajo a Ve­nezuela la medicina expe­rimental. Mostró que el ser humano es capaz de sobre­ponerse y superarse no im­porta si el tiempo que le to­ca es nefasto o bueno.”

Dice que pasó en estos días cerca de la Iglesia de la Candelaria, donde se en­cuentran los restos del mé­dico, y está cerrada por la cuarentena, pero, de todos modos, la gente devota se arrodilla y pone flores.

Ante la pregunta de có­mo se explica, desde el pun­to de vista cristiano, que en lugar de la muerte de los justos, que promete la Bi­blia, José Gregorio muriera atropellado camino a bus­car la medicina para un pa­ciente, cruzaba la calle y fue envestido por un vehículo que rebasó a un tranvía.

“El primer justo por ex­celencia fue Jesús, ¿y cómo murió? La vida humana se desenvuelve en los avatares del contexto en el que to­ca vivir. Fue algo que tocó, puedes concentrarte en la fatalidad de su último alien­to o en lo que fue su vida.”

La canonización está en agenda para octubre del 2021, Hernández nació un 26 de octubre de 1864. Ve­ramendi espera que la pan­demia haya terminado cuando llegue ese momen­to. “El Papa Francisco no le da muchas largas al asunto, ojalá que no sea tan pron­to, dentro del ambiente del Covi 19, porque sé que el pueblo venezolano se re­unirá y lo celebrará.”