La frontera sur de Estados Unidos de América seguirá cerrada a la migración. Ese fue el mensaje central que Kamala Harris difundió en su primer viaje al extranjero como vicepresidenta de EE.UU.»¡No vengan!», dijo en voz alta al pueblo de Guatemala en una conferencia de prensa conjunta con el presidente de ese país, Alejandro Giammattei. «Estados Unidos seguirá aplicando sus leyes y asegurando sus fronteras. Y creo que si llegan a nuestra frontera, los rechazarán».

De hecho, las leyes migratorias de Estados Unidos han sido todo menos condescendientes con los inmigrantes, dice a DW el experto en migración David J. Bier, del taller Cato Institute, con sede en Washington, quien agrega que «la política de la administración Biden es restringir el asilo lo máximo posible».

Algunas promesas cumplidas, pero eso no es suficiente
En la última campaña presidencial en EE. UU., Joe Biden había despertado las esperanzas de muchos votantes, así como de los habitantes de América Latina, de que la Casa Blanca permitiría una mayor inmigración bajo su eventual mandato. Y al principio, pareció cumplir.

El mismo día de su toma de posesión, Biden se puso manos a la obra: detuvo la construcción del muro en la frontera con México y desechó la «prohibición de musulmanes» que la administración de Donald Trump había utilizado para vetar la entrada a Estados Unidos a personas de siete países de mayoría musulmana. Poco después, Estados Unidos abrió sus pasos fronterizos a decenas de miles de personas que llevaban meses resistiendo en la frontera de México, permitiéndoles solicitar asilo.