Con amplia experiencia en el campo de los cortometrajes, el gallego Álvaro Gago salta al largo recuperando una de sus propuestas más laureadas, ‘Matria’. Corto protagonizado por actores no profesionales, este seguía la vida de una mujer de mediana edad, que trabaja en una fábrica de conservas y que es explotada tanto por su jefa, como por su marido, refugiándose en el vínculo que tiene con su hija y su nieta. Ganador del Gran Premio del Jurado en el Festival de Sundance y nominado al mejor cortometraje en los Forqué y en los Goya, su transformación al largometraje se sentía como algo casi inevitable.

Matria
La carta de presentación de Gago es toda una declaración de intenciones. Su estilo evoca a las raíces más contemporáneas del cine social europeo, con una protagonista que bien podría hermanarse con la de ‘Rosetta’ o ‘Dos días, una noche’ de los hermanos Dardenne o con la de ‘Marius y Jeannette’ de Robert Guédiguian. Ramona es una mujer de mediana edad, quien trabaja en una fábrica de conservas y debe lidiar con la precariedad laboral y un entorno eminentemente machista. El espíritu del corto se expande en una cinta que combina actores profesionales con otros no profesionales.

Gago sabe recoger la constante ansiedad, estrés y agobio en el que vive perpetuamente su protagonista. A ello se suma que sabe introducir el factor de desigualdad y sexismo, dado que la precariedad laboral se ensaña especialmente con las mujeres, especialmente con aquellas de mediana edad. Gago representa desde la base la realidad de Ramona. Expone una situación de denuncia que, ahora bien, dista mucho de prototipo de cine español de carácter social. Es más, su alegato va más en consonancia con el estilo de Stéphane Brizé o el tándem Kristina Grozeva-Petar Valchanov, en dejar mostrar una serie de hechos y la reacción de su protagonista, dejando al público deliberar en el mensaje que busca transmitir.