El Sol no es del tipo más común de estrellas de nuestra galaxia. La clase más típica es la de las enanas rojas, con menor masa y menor temperatura. Se estima que en la Vía Láctea hay miles de millones de planetas en órbita a enanas rojas.

 

Para captar el calor suficiente que les permita ser potencialmente habitables, estos planetas tienen que estar muy cerca de sus pequeñas estrellas, lo que los vuelve más vulnerables ante ciertos efectos destructivos derivados de esa cercanía.

 

En un nuevo análisis de datos obtenidos de múltiples observaciones astronómicas, las astrónomas Sheila Sagear y Sarah Ballard, ambas de la Universidad de Florida en Estados Unidos, han llegado a la conclusión de que en nuestra galaxia dos tercios de los planetas que giran con dicha cercanía en torno a enanas rojas deben haber sufrido esos efectos destructivos, lo que los hace incapaces de sostener vida. Sin embargo, el tercio restante de tales planetas (cientos de millones de planetas) pueden estar en una órbita idónea para que exista agua líquida en su superficie y además haberse librado de esos efectos catastróficos derivados de la cercanía de su sol; en pocas palabras, son potencialmente habitables.

 

Estas estrellas son objetivos excelentes para buscar en la franja orbital adecuada pequeños planetas en los que sea concebible que su superficie acoja agua líquida y permita la existencia de vida, tal como argumenta Sagear.

 

Hasta ahora, no estaba claro qué porcentaje de planetas alrededor de enanas rojas podían estar a la distancia correcta para permitir la existencia de agua líquida en su superficie y al mismo tiempo estar libres del proceso destructivo descrito. Y de hecho, circulaban estimaciones bastante pesimistas.