La caída del asteroide que extinguió a los dinosaurios hace 66 millones de años es una catástrofe que se ha hecho muy famosa y que es el paradigma de la devastación por impacto de objeto cósmico. Una investigación reciente revela que en realidad el pasado de la Tierra fue, en cuanto a impactos cósmicos, mucho más violento de lo que se ha venido creyendo y que en ese contexto el impacto que exterminó a los dinosaurios resulta muy modesto.

Los primeros años de la Tierra fueron inimaginablemente violentos en comparación con los actuales. Se ha venido creyendo que la Tierra fue golpeada por varios asteroides de gran tamaño (de más de 10 kilómetros de diámetro), lo que debió tener un efecto significativo en la química de la superficie de la Tierra y en su capacidad para albergar vida. El efecto de una sola colisión de este tipo se demostró en una época mucho más reciente (hace 66 millones de años) con el impacto en Chicxulub, que provocó la extinción de los dinosaurios. Sin embargo, la Tierra primitiva era muy diferente a la Tierra de la época del impacto de Chicxulub, y también lo eran los efectos de las colisiones.

En la Luna y en otros planetas rocosos pueden verse cráteres de impacto de colisiones similares, pero la meteorización atmosférica y la tectónica de placas han tendido a enmascarar cualquier evidencia directa de antiguos cráteres de impacto en la Tierra. Sin embargo, los “ecos” de estos impactos lejanos pueden verse en la presencia de estructuras conocidas como «esférulas», encontradas en rocas muy antiguas; los enormes impactos arrojaron partículas y vapores fundidos que luego se enfriaron y cayeron a la tierra para incrustarse en la roca como pequeñas partículas vidriosas esféricas. Cuanto mayor sea el impacto, más lejos se propagarán estas partículas desde el lugar del impacto, por lo que la distribución global de una gruesa capa de esférulas denota un impacto enorme.