Hace casi un siglo que el biólogo noruego Per Scholander describió la llamada “respuesta de buceo”, los cambios que se activan en el organismo de los mamíferos marinos al estar bajo el agua. La existencia de esta reacción fisiológica al buceo –apodada por Scholander “interruptor maestro de la vida”– se considera la solución al misterio de cómo delfines, focas y ballenas soportan sus largas inmersiones en apnea, y se acepta casi como un dogma. No obstante, investigadores de la Fundación Oceanogràfic, en Valencia (España), cuestionan ahora su validez, y proponen una alternativa.

 

En un nuevo trabajo con delfines, que se publica ahora en la revista Scientific Reports, los investigadores niegan que exista una reacción específica del organismo al buceo, una respuesta fisiológica como tal que se desencadena al comenzar la inmersión.

 

Por el contrario, afirman que los delfines poseen una insólita capacidad de controlar el ritmo cardíaco a voluntad, igual que los humanos controlan la respiración o el parpadeo. Esa podría ser la adaptación evolutiva clave para favorecer el buceo.

 

“Nuestros datos muestran que los delfines modifican voluntariamente el ritmo cardíaco y la cantidad de sangre bombeada en cada latido”, explica Andreas Fahlman, autor principal del estudio, realizado en colaboración con la organización Dolphin Quest, en Hawái, y el Instituto de Investigación Sanitaria la Fe, en Valencia.

 

“Este mecanismo les permitiría ajustar el flujo sanguíneo a la inmersión, que planean realizar desde el principio, y hacer cambios sobre la marcha, si hace falta. Esta sería la adaptación evolutiva que les ayuda a equilibrar la demanda de oxígeno con su disponibilidad”, señala Fahlman.