En 1993, la NASA terminó de forma abrupta su incipiente programa de SETI, o búsqueda de inteligencia extraterrestre, cuando apenas acababa de empezar. Se trataba de dos ambiciosos proyectos complementarios, uno usando el radiotelescopio gigante de Arecibo, en Puerto Rico, y el otro con las antenas de la Deep Space Network, en California. Ahora, casi treinta años después, las cosas han cambiado y la agencia quiere reanudar los esfuerzos de búsqueda.

Durante la pasada década se han producido grandes avances en instrumentación astronómica que han llevado a una revolución en la ciencia para descubrir y estudiar exoplanetas (planetas de fuera de nuestro sistema solar). Los nuevos telescopios y los proyectos de misiones espaciales futuras permitirán, por primera vez, buscar los llamados biomarcadores, evidencias de vida en otros planetas. Muchos expertos consideran plausible que en los próximos años podamos asistir al descubrimiento de vida extraterrestre, aunque lo esperable es que se trate de formas de vida muy simples.

Dados los avances tecnológicos presentes y futuros, existen nuevas oportunidades para buscar tecnomarcadores. Por ello, la NASA ha decidido volver a involucrarse en la búsqueda de inteligencia extraterrestre, aprovechando las posibilidades de los nuevos observatorios espaciales actuales o previsibles en el futuro.

Estos temas, entre otros, estaban en la agenda de la reunión TechnoClimes 2020 patrocinada por la NASA en el Blue Marble Space Institute of Science (Seattle, Estados Unidos). Con científicos de todo el mundo, tenía entre sus objetivos proponer a la agencia espacial nuevos desarrollos que permitan hacer avances futuros.

Finalmente, debido a la situación de pandemia por la COVID-19, la reunión se celebró de forma virtual, por videoconferencia. En ella participaron 53 investigadores de diferentes disciplinas y procedentes de 13 países diferentes para debatir diversos aspectos sobre la búsqueda de otras especies inteligentes.

Las primeras conclusiones de la reunión de expertos se exponen en un informe, preparado por un equipo encabezado por Héctor Socas, investigador del Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC) y director del Museo de la Ciencia y el Cosmos, de Museos de Tenerife, todas estas entidades en España.

El trabajo, publicado en la revista especializada Acta Astronautica con el título «Concepts for future missions to search for technosignatures», expone propuestas de «tecnomarcadores» (huellas delatadoras del uso de tecnología o actividad industrial en otras partes del universo) para futuras misiones de la NASA.

Las ideas presentadas sobre los tecnomarcadores abarcan desde las más mundanas, como podrían ser la presencia de agentes contaminantes industriales en una atmósfera o enormes enjambres de satélites, hasta hipotéticas obras de megaingeniería espacial, como escudos de calor para combatir el cambio climático o esferas de Dyson para un aprovechamiento óptimo de la luz estelar. Algunas propuestas miran muy lejos en el espacio, hacia los confines de nuestra galaxia e incluso más allá, mientras que otras se fijan en nuestro propio sistema solar para considerar la posibilidad de sondas espaciales que hubieran sido enviadas desde otros mundos en un pasado remoto. También se incluye en el estudio un nuevo formalismo para clasificar los tecnomarcadores en función de su «huella cósmica», es decir, cuánto de visibles son a grandes distancias.