La presencia de nuestros antepasados homínidos se ha determinado hasta la fecha por el hallazgo de sus restos óseos, o de las herramientas y objetos que fabricaban. Ahora, un equipo de investigadores liderado por el antropólogo Matthias Meyer, del Instituto Max Planck ha descubierto una técnica con la que extraer el ADN que los homínidos antiguos dejaron en el sedimento de los lugares en los que vivían.

Se trata de un descubrimiento que permite conocer quiénes fueron, en un determinado momento, los habitantes de los sitios arqueológicos en los que no existe aparentemente ningún resto, o bien estos son escasos. El estudio, en el que han participado científicos españoles, se ha publicado este jueves en la revista Science.

«Es una técnica fantástica para analizar yacimientos donde no hay fósiles, que es en la inmensa mayoría. A veces hay una docena de capas estratigráficas en las que no hay restos y no se conoce el tipo de homínidos que la habían ocupado. Con esta técnica esto queda solventado. Ahora se podrán investigar yacimientos sin restos a varios niveles para saber quién había», ha afirmado en declaraciones a EL MUNDO Carles Lalueza Fox, investigador del Instituto de Biología Evolutiva (UPF-CSIC).

Las muestras para este estudio se han obtenido de diferentes excavaciones arqueológicas de Bélgica, Croacia, Francia, Rusia y España, donde se han encontrado pequeños fragmentos de ADN de neandertales en cuatro de ellos, incluyendo aquellas capas de sedimentos en los que no existía ningún resto óseo de homínidos. Para estos yacimientos también se han identificado los restos de ADN de diferentes mamíferos, para los que la nueva técnica también se ha puesto a punto.

La presencia del hombre de Denisova, un homínido que convivía en los mismos lugares que los neandertales, también se ha podido identificar mediante los restos de su ADN hallados en la cueva rusa que le da nombre.

«En la cueva de Denisova hay ADN neandertal escalado con el de Denisova varias veces. Antes no se podía identificar arqueológicamente de qué especie se trataba, ya que la industria es muy parecida«, ha explicado al respecto Lalueza.

Ocho cuevas analizadas

Las 85 muestras analizadas por los científicos se han recogido de ocho yacimientos arqueológicos entre los que se encuentra la cueva del El Sidrón en Asturias. Los sedimentos se corresponden con el periodo Pleistoceno, hace entre unos 550.000 y 14.000 años.

Los fragmentos de ADN con los que han trabajado los investigadores son de tipo mitocondrial, un ADN contenido en una parte de la célula que es distinta a su núcleo, y que se suele conservar mejor que el ADN que todos conocemos.

De estos fragmentos se han podido identificar, junto con la presencia de neandertales, hasta 12 tipos diferentes de familias de mamíferos, algunas ya extintas, como el mamut lanudo, el oso cavernario y la hiena de las cuevas, siendo los más comunes los bóvidos, équidos, cérvidos y cánidos. La aparición de estos animales nos da una idea del tipo de dieta que consumían los homínidos del pasado.

En la cueva asturiana no se ha podido encontrar, sin embargo, ningún ADN distinto al que delata la presencia de los neandertales. El Sidrón, descubierta en 1994, supone la mejor colección de neandertales de la Península Ibérica. En ella se han recuperado los restos óseos de 13 individuos de ambos sexos y diferentes edades, que vivieron allí hace unos 49.000 años.

Múltiples aplicaciones

Los análisis de ADN tienen diferentes usos dependiendo del objeto de estudio para el que los hemos tomado. Las relaciones evolutivas entre las especies se conocen en gran medida gracias a este tipo de técnicas, muy desarrolladas en las últimas décadas.

Poder disponer ahora de suficientes muestras de ADN de neandertales de diferentes localidades va a poder permitir investigar tanto su presencia como las relaciones, e incluso migraciones de sus poblaciones, por medio de su genética. Obtener este tipo de datos era hasta ahora muy complicado, ya que los restos óseos de los antiguos humanos son muy escasos y obtener ADN de ellos es difícil.

«Un estrato de un yacimiento que pueda tener 10 cm de grosor, puede sin embargo representar, por ejemplo, incluso 10.000 años de ocupación de un homínido. Podía darse el caso de que en verano lo ocupara un grupo y en otro momento, otro grupo. Y si no tuviésemos ningún resto fósil, esta información no la tendríamos y podríamos perder el dato de muchas generaciones», ha relatado Lalueza.

Además, como arroja el estudio, los pequeños fragmentos de ADN de los antiguos homínidos son fácilmente distinguibles del ADN actual, ya que presenta unas marcas especiales originadas por la degradación del tiempo, una erosión que ocurre de manera distinta a la que sufre nuestro ADN.

«Se me ocurre que se puede aplicar esta técnica a periodos más recientes. Si encontramos una cerámica con influencias de otra cultura se podría ver si hay restos de poblaciones inmigrates. Cosa que sólo con la cerámica no podríamos saber», ha añadido el antropólogo.

Por otro lado, el ADN de las capas de sedimento de un yacimiento podrá ser datado junto con éste y conocer así quién vivía en un determinado momento. Lo que no sabemos, ha afirmado Lalueza, es «hasta qué antigüedad se puede llegar con esta técnica».

No obstante, la datación es posible siempre y cuando este ADN no se haya desplazado a otras capas. El movimiento del ADN entre los estratos de un sitio arqueológico supondría una complicación a la hora de saber a qué periodo pertenece.

El paleoantropólogo Antonio Rosas, investigador del Museo Nacional de Ciencias Naturales, ha añadido sin embargo que en algunos estratos de arcillas, éstas «atrapan las moléculas de ADN y hacen como de conservante, de matriz a la que el ADN queda adherido», lo que evita que se desplace.

El estudio de la conservación del ADN y la retención de éste por parte de los materiales que forman el yacimiento «abre una nueva vía a una nueva disciplina, la Tafonomia Molecular«, concluye Rosas. El investigador se refiere a los procesos por los que pasan los restos orgánicos, en este caso ADN antiguo, cuando se entierran y fosilizan, lo que supone «un nuevo concepto», ha dicho.