El cultivo del almendro y pistacho es tan antiguo como la propia agricultura y, aunque durante algunos siglos fue un ingrediente de lujo en los banquetes, su consumo ha aumentado considerablemente a lo largo de las últimas décadas debido a sus reconocidas propiedades saludables.

Las almendras y pistachos son ricos en proteínas, grasas saludables, calcio y vitaminas, razón por la cual su ingesta forma parte de una dieta equilibrada.

Pese a los beneficios de su consumo y la rentabilidad que puedan tener ambos cultivos, su comercialización se ha visto amenazada por un problema emergente: la contaminación por aflatoxinas, un compuesto producido por varias especies de hongos –especialmente Aspergillus flavus y A. parasiticus- que viven en el suelo y campan por los cultivos alimentándose de tejidos vegetales en descomposición.

El proceso es el siguiente: el hongo libera las esporas que vagan por el aire hasta impactar en el fruto, y si el fruto tiene algún tipo de apertura, alcanzan la semilla y la contaminan. Debido a su peligrosidad, la presencia de las aflatoxinas está altamente regulada en los alimentos para consumo humano y animal, ya que puede llegar a producir cáncer de hígado. Aunque la contaminación por esta toxina en almendras y pistachos es poco frecuente, su toxicidad puede ser letal en otros. De hecho, en Kenia, cerca de 200 personas murieron entre 2004 y 2006 por ingerir maíz infectado por estos hongos.

Identificar aislados de estos hongos no tóxicos que pueden ser utilizados como agentes de biocontrol y entender los mecanismos de competencia entre esporas tóxicas y no tóxicas son los objetivos principales del proyecto de investigación BIOCONTROL-A, un proyecto internacional en el que participa el grupo de Patología Agroforestal de la Universidad de Córdoba (España).

España es el tercer productor del mundo de almendra después de California y Australia, y el primero en superficie, por lo que existe mucho interés en este país para encontrar soluciones para este problema de los hongos.