El objetivo de esta actividad es crear una base de datos que permita identificar a cada especie por su llamada de apareamiento.

Una búsqueda en Google sobre “Sharon Martinson”, resulta primero en una mujer de pelo rizado con un banjo, nombrada la “Artista del Año” en Wyoming, Estados Unidos. Un poco más abajo en la búsqueda aparece una científica visitante de Dartmouth College, que estudia los saltamontes en Panamá con el Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales (STRI). Ambas son la misma persona.

Durante años, la vida de Sharon giró en torno a la ciencia. Había completado recientemente su trabajo postdoctoral en la Universidad de California en Santa Cruz, observando el impacto del cambio climático en las interacciones entre insectos y bosques, cuando decidió tomarse un descanso y embarcarse en un viaje musical. Al final del año, ya tenía una banda, The Littlest Birds, había lanzado un álbum, y había hecho su primera gira.

Pero tras dos años de gira y de pasar sus inviernos en la costa de Baja California, Sharon comenzó a sentir que algo andaba mal. Sentía que necesitaba reunir datos y analizarlos: cualquier dato. Aprovechando sus alrededores, empezó a medir y registrar la formación de semillas, el crecimiento del tallo y las tasas de floración de cada planta de agave en su propiedad.

“Mi cerebro ansiaba la ciencia, como una adicta”, recuerda Martinson, sentada en medio del bosque en la estación de investigación del Smithsonian en isla Barro Colorado (BCI), con un banjo en su regazo.

Después de esa experiencia, nunca más separó la música de la ciencia. Volvió a estudiar los insectos del bosque. Sus experiencias en el campo, a su vez, inspiraron nuevas canciones. Tras dedicarle unos meses a la ciencia, volvía a la música, saliendo de gira con su banda. Al encontrar la manera de equilibrar sus dos pasiones, Sharon encontró su propio equilibrio.

“Tener un cerebro que se comporta de manera creativa me permite formular preguntas científicas más interesantes. Ser músico también ha agudizado mis oídos”, dice. “Me cuesta mucho no escuchar algo en el bosque”.

Por coincidencia o no, la investigadora de Dartmouth College Hannah ter Hofstede la invitó a unirse a un proyecto en el STRI en el que tiene que escuchar. Se centra en el sonido, en particular, las canciones de saltamontes macho. Aunque muchas canciones de saltamontes son silenciosas para los seres humanos —porque la mayoría son ultrasónicas y extremadamente cortas—, son atractivas para los saltamontes hembra.

Dado que estos insectos son más activos durante la noche, Sharon se convirtió en una criatura nocturna. Dos veces por noche, unas horas antes de la medianoche y unas horas antes del amanecer, se acerca a las luces que hay alrededor de los edificios y a lo largo de los senderos de la isla. En estos lugares es más probable encontrar saltamontes. Da la impresión de ser una caminata solitaria y húmeda. Es tarde y la mayoría de los científicos residentes están en cama, pero la sinfonía de los habitantes nocturnos del bosque crea la ilusión de tener compañía en cada paso del camino.

Sharon lleva una linterna en una mano y una bolsa de plástico llena de Ziplocs usados en la otra. Es toda una experta en atrapar saltamontes antes de que hayan tenido la oportunidad de reaccionar. Y después de un rápido vistazo, generalmente puede identificar la especie, junto con sus peculiaridades, “a este le gusta morder o este es un saltarín”, que probablemente solo un puñado de otras personas en el mundo conocen. Al final de la noche, puede terminar con uno o hasta 60 saltamontes, cada uno en su propia bolsa, marcada con la fecha, hora y lugar de captura. El número promedio que atrapa varía según las fases de la luna. Con la luna llena, la noche es muy brillante y los saltamontes se sienten menos atraídos por la iluminación artificial.

También son bastante diversos. En cuatro años de visitar la isla cada temporada seca, Sharon ha capturado más de 120 especies, cada una con una llamada de apareamiento distinta. Para desarrollar una base de datos de canciones de saltamontes para BCI, cuyo objetivo es ayudar a identificar a cada especie por su llamado, coloca a los machos en pequeñas jaulas de grabación que capturan sus canciones ultrasónicas durante 24 horas. Al reducir la velocidad de estas grabaciones, los oídos humanos pueden percibir los llamados.

Aparte de estas grabaciones individuales, el proyecto graba paisajes sonoros en el dosel del bosque. Al comparar los llamados de los saltamontes en la naturaleza, cuando están presentes los murciélagos depredadores, con los llamados en la jaula de grabación, se puede aprender sobre la distribución de saltamontes en el bosque y su frecuencia natural de llamadas.

Sus jaulas también tienen acelerómetros, que mantienen un registro de sus vibraciones, un medio de comunicación alternativo para algunas especies de saltamontes. Al enviar vibraciones por medio de las ramas, pueden eludir a los depredadores capaces de escuchar ultrasonido, como los murciélagos.

“Como científica, mi trabajo es observar cosas, por lo que mi música está muy influenciada por lo que veo. Estoy trabajando en una canción que se ha inspirado en lo que cariñosamente denomino ‘babydids’. Los saltamontes, el día en que salen de sus huevos, son el insecto más lindo que verás jamás”, confiesa, antes de tocar uno de sus éxitos en el bosque: “Four-Wheel Drive”, una canción alegre que habla sobre volver a casa.

Después de tocar el último acorde, toma una hormiga de su banjo y la identifica rápidamente como un Crematogaster. “Es sorprendente la cantidad de insectos que vienen cuando toco el banjo”, dice con una sonrisa, acariciando el instrumento que ha tocado profesionalmente durante los últimos 12 años, el instrumento que su abuelo solía tocar también.