Gracias al Atacama Large Millimeter/submillimeter Array (ALMA), un equipo de astrónomos y químicos ha detectado huellas químicas de cloruro de sodio (sal común) y otros componentes salinos emanadas del disco de polvo que rodea Orion Source I, una estrella joven y masiva que habita una nube de polvo detrás de la nebulosa de Orión.

“Es increíble que podamos ver estas moléculas”, celebra Adam Ginsburg, titular de una beca Jansky en el Observatorio Radioastronómico Nacional de Estados Unidos (NRAO) en Socorro (Nuevo México, Estados Unidos) y autor principal de un artículo aceptado para publicarse en The Astrophysical Journal. “Como hasta ahora solo habíamos visto estos componentes en las capas externas que se despegan de las estrellas moribundas, todavía no sabemos del todo qué significa este hallazgo. Pero la naturaleza de este fenómeno demuestra que el entorno de esta estrella es muy inusual”.

Para detectar moléculas en el espacio, los astrónomos usan radiotelescopios que buscan sus huellas químicas, a saber, determinadas oscilaciones en los espectros de luz en longitudes de onda milimétricas y de radio. Los átomos y moléculas emiten estas señales de distintas formas, dependiendo de la temperatura de su entorno.

Las nuevas observaciones del ALMA contienen un amplio abanico de firmas espectrales –o transiciones, como les llaman los astrónomos– de las mismas moléculas. Para que se generen huellas moleculares tan claras y variadas, se tienen que producir oscilaciones extremas de temperatura en el entorno de esas moléculas, de entre 100 y 4.000 kelvins (cerca de -175 a 3.700 grados centígrados). Mediante un estudio detallado de estas oscilaciones espectrales se podría entender mejor cómo la estrella calienta el disco, lo cual también sería útil para medir la luminosidad de la estrella.

“Al analizar la información recabada por ALMA, vemos cerca de 60 transiciones diferentes –o huellas únicas– de moléculas como el cloruro de sodio y el cloruro de potasio provenientes del disco. Es un hallazgo a la vez sorprendente y emocionante”, explica Brett McGuire, químico del NRAO en Charlottesville (Virginia, Estados Unidos) y coautor del artículo.

Los investigadores creen que estas sales provienen de granos de polvo que, al chocar unos con otros, esparcieron su contenido en el disco. Sus observaciones confirmaron que la zonas salinas revelan la ubicación del disco circunestelar.