Hace unos tres años, la comunidad mundial se reunió en París para elaborar un enfoque común con el que combatir el cambio climático. Entre las decisiones que tomaron se acordó hacer todo lo posible para limitar el aumento de la temperatura global a «bastante por debajo» de los 2 grados centígrados y, a ser posible, alcanzar los 1,5 grados centígrados.

Sin embargo, el pasado mes de julio, la temperatura se elevó hasta los 1,2 grados centígrados por encima de los niveles preindustriales, igualando e incluso batiendo el récord del mes más caluroso desde que se tiene registros y confirmando una tendencia de un alza continua.

El conjunto de fenómenos meteorológicos extremos a nivel mundial significa que el planeta está en camino de registrar los cinco años más calurosos de la historia, según afirmó recientemente el Secretario General de las Naciones Unidas, António Guterres.

El titular de la ONU recordó que estamos inmersos en una «carrera para reducir el cambio climático». ¿Pero la estamos ganando? Para responder a esta pregunta, Noticias ONU decidió analizar profundamente uno de los principales instrumentos internacionales utilizados para evaluar la lucha contra el calentamiento global: las contribuciones determinadas a nivel nacional.

¿Qué son las contribuciones a nivel nacional?

En primer lugar, hay que destacar que el Acuerdo de París sobre el Cambio Climático no es jurídicamente vinculante: no dice a los países cómo deben reducir sus emisiones ni cómo deben desarrollar la capacidad y adaptación al cambio climático, sino que los alienta a escribir su propio plan a través de las contribuciones.

Estos planes climáticos esbozan los compromisos de cada país, y en qué cantidad planea reducir sus emisiones. Dado el hecho de que los países en desarrollo carecen a menudo de los recursos, la financiación y la tecnología adecuados, el Acuerdo de París les insta a demostrar qué medidas pueden tomar por su cuenta y en cuándo necesitan la asistencia de la comunidad internacional.

¿Por qué son importantes?

Los países poseen muchas alternativas sobre cómo alcanzar los objetivos del Acuerdo de París. Estas pueden consistir en la elaboración de leyes, la instauración de incentivos financieros o políticas fiscales que sirvan para promover actividades que reduzcan las emisiones contaminantes. Por ejemplo, los países pueden decidir aplicar un precio a las emisiones de dióxido de carbono, mediante impuestos o a través de la creación de un sistema de compraventa de carbono.

El objetivo de esta iniciativa es concienciar a la población sobre el costo de la contaminación por dióxido de carbono para que gaste o invierta sus recursos en sectores o combustibles menos costosos. Para el ciudadano de a pie, esto podría influir en el modelo de coche que elija, o en el sistema de calefacción o refrigeración que utiliza, entre una infinidad de múltiples facetas de la vida.

Además, estas medidas pueden ayudar a controlar el crecimiento de los efectos del cambio climático en las áreas más vulnerables, como las zonas costeras amenazadas por el aumento del nivel del mar.

¿Por qué hablamos de ellas ahora?

En virtud del Acuerdo de París, se supone que los países deben mejorar sus contribuciones determinadas a nivel nacional cada cierto número de años en los que se demuestre una paulatina ambición.

Esto se conoce como el mecanismo de «trinquete» o rueda dentada, que reconoce que las propuestas iniciales no estaban ni de lejos cerca de donde necesitamos estar: incluso si se sumaran las contribuciones  de todos los países sólo estaríamos, en el mejor de los casos, a un tercio de donde necesitamos conseguir para poder alcanzar los objetivos de París.

Por esa razón, se entiende que los países deben presentar planes actualizados y perfeccionados en 2020 y de ahí la importancia de la actual movilización para lograr una mayor ambición y actuación.

¿Se reduce todo al pesimismo?

Actualmente estamos viendo en todo el mundo una gran cantidad de medidas de cambio a las energías renovables.

Así lo atestigua la construcción de enormes plantas de energía solar en Marruecos y los Emiratos Árabes Unidos, que la mayor parte de la energía de la que se abastece Portugal provenga de fuentes renovables, y que cada vez más países vean que pueden abastecer totalmente sus redes con energía renovable.

La inversión en energías renovables supera a la de los combustibles fósiles, especialmente en los países en desarrollo, y muchos países y subregiones han fijado precios a las emisiones de carbono.