En los seres humanos, mecanismos como el estornudo y la tos ayudan a los microbios a propagarse. Subidos en gotas de fluido y proyectados a gran velocidad, los microorganismos pueden alcanzar cuerpos sanos e infectarlos.

En las plantas ocurre algo similar. Los patógenos viajan de una planta a otra montados en gotas de lluvia que arrastra el aire, pero también se pueden dispersar sobre las esporas secas gracias a la acción del viento y las precipitaciones.

Para saber más sobre cómo funciona este último proceso, un equipo de científicos liderado por Sunghwan Jung, investigador de la Universidad Cornell (Estados Unidos), ha estudiado cómo las gotas de agua liberan y transportan esporas secas de la roya Puccinia triticina, un hongo que produce una enfermedad que afecta a diversos granos de cereal.

“En el estudio utilizamos imágenes de alta velocidad para analizar cómo se dispersan miles de esporas secas de este hongo tras el impacto de una sola gota de lluvia en una planta infectada”, subrayan los autores de la investigación, publicada recientemente en la revista PNAS.

Según los resultados, cuando una gota de lluvia cae sobre una hoja, libera miles de esporas secas, una cantidad que aumenta en función de la velocidad de la caída. A su vez, el impacto del agua genera un vórtice de aire alrededor del líquido que dura unos milisegundos.

Este remolino impulsa las esporas hacia arriba, lo que permite que el viento las recoja y las transporte lejos de la superficie de la planta, a largo de varios kilómetros. De esta forma, los patógenos presentes en esas esporas pueden contagiar a otras.