Una rottweiler de un año huyó del incendio de su casa en la localidad de Lansing en Michigan cuando sus dueños estaban ausentes. Consiguió sobrevivir, pero la joven perra, llamada Stella, presentaba quemaduras de segundo y tercer grado en su cabeza, hocico, orejas, y en la parte posterior y lateral de su cuerpo. También desarrolló úlceras en ambos ojos por la exposición al fuego. Lo más grave fue la inhalación de humo que le provocó serios problemas respiratorios.

 

La agonía de Stella duró dos semanas. Al llegar al Centro Médico Veterinario de la Universidad del Estado de Michigan en EE UU, los veterinarios atendieron de manera urgente el trauma y las lesiones térmicas en la tráquea y los pulmones, y se le administraron oxígeno puro para ayudarla a respirar, además de fluidos por vía intravenosa.

 

Una vez estabilizada, el equipo de cirugía de tejidos blandos de la universidad se puso en marcha para tratarle las quemaduras que tenía en el 10 % de su cuerpo y los oftalmólogos se ocuparon de las lesiones oculares.

 

“Tuvimos que ser creativos con sus quemaduras debido al trauma significativo en sus pulmones”, explica Brea Sandness, veterinaria y residente de cirugía en el centro estadounidense. “Stella no era una buena candidata para la anestesia por los daños respiratorios”, añade.

 

Los sanitarios recurrieron entonces a un método poco habitual, pero que en el caso de la rottweiler fue crucial: injertos de piel descamada de bacalao islandés. Estos productos sustitutos de la piel usados en cirugía fueron donados por la empresa Kerecis, que los desarrolla para procedimientos médicos en humanos y animales.

 

Los injertos de piel de bacalao contienen altos niveles de ácidos grasos omega-3 y tienen propiedades antiinflamatorias y antibióticas, que son esenciales para la curación y regeneración de los tejidos. Además, ofrecen un mejor rendimiento clínico y reducen el riesgo de transmisión de enfermedades. Y lo más importante en el caso de la perra: no requieren de sedación profunda.