A medida que nos alejamos de los combustibles fósiles y pasamos a las energías renovables para hacer frente al cambio climático, la necesidad de disponer de nuevas formas de captar y almacenar energía se hace cada vez más importante.

 

Unos investigadores de la Universidad de Lancaster que estudian un material cristalino han descubierto que tiene propiedades que le permiten capturar la energía del sol. La energía puede ser almacenada durante varios meses a temperatura ambiente, y puede ser liberada bajo demanda en forma de calor.

 

Con un mayor desarrollo, este tipo de materiales podría ofrecer un interesante potencial como forma de capturar la energía solar durante los meses de verano, y almacenarla para su uso en invierno, donde hay menos energía solar disponible.

 

Esto resultaría muy valioso para aplicaciones tales como sistemas de calefacción en sistemas fuera de la red o en lugares remotos, o como complemento ecológico de la calefacción convencional en casas y oficinas. Potencialmente también podría producirse como una fina capa y aplicarse a la superficie de los edificios, o utilizarse en los parabrisas de los coches donde el calor almacenado podría usarse para descongelar el vidrio en las heladas mañanas de invierno.

 

El material se basa en un tipo de «marco metalorgánico» (MOF). Estos consisten en una red de iones metálicos unidos por moléculas basadas en el carbono para formar estructuras tridimensionales. Una propiedad clave de los MOF es que son porosos, lo que significa que pueden formar materiales compuestos al albergar otras pequeñas moléculas dentro de sus estructuras.

 

El equipo de investigación de Lancaster se propuso descubrir si un compuesto de MOF, previamente preparado por un equipo de investigación separado en la Universidad de Kyoto en Japón y conocido como «DMOF1», puede ser utilizado para almacenar energía, algo que no se había investigado anteriormente.