Más de 40 millones de personas en el mundo padecen diabetes de tipo 1, una enfermedad autoinmune en la que las células beta del páncreas, productoras de insulina, son destruidas indebidamente por el sistema inmunitario.

 

En la actualidad, existen varios métodos de tratamiento nuevos para la diabetes de tipo 1, entre ellos los dispositivos de macroencapsulación. Estos son compartimentos diseñados para cobijar a las células secretoras de insulina y protegerlas de sus atacantes.

 

Como un búnker que protege a sus ocupantes de los ataques del enemigo, los dispositivos de macroencapsulación protegen a las células allí cobijadas ante los ataques del sistema inmunitario, al tiempo que permiten la entrada y salida de nutrientes y otras sustancias para que las células puedan seguir sobreviviendo. Sin embargo, los dispositivos de macroencapsulación han venido arrastrando varias limitaciones y la ampliación de dichos dispositivos para su uso en humanos ha sido un reto demasiado difícil.

 

Los actuales dispositivos de macroencapsulación dependen de la difusión: los nutrientes se difunden a través de la membrana exterior del dispositivo y solo algunas células pueden recibir nutrientes y oxígeno y, a su vez, secretar insulina.

 

Un equipo de investigadores del hospital BWH (Brigham and Women’s Hospital), en la ciudad de Boston, en colaboración con colegas de la Universidad Harvard y la Universidad de Massachusetts, en Estados Unidos todas estas entidades, ha diseñado un dispositivo de macroencapsulación mejorado. El nuevo dispositivo ensayado por el equipo de Jeff Karp es capaz de proporcionar nutrientes a través de un flujo continuo de fluido a las células encapsuladas, permitiendo que múltiples capas de células crezcan y sobrevivan. Esto también favorece la sensibilidad a la glucosa y la secreción oportuna de insulina.