La salud mental y la alimentación se relacionan en ambas direcciones: lo que comemos y cómo comemos influye en nuestro bienestar emocional y psicológico, mientras que los desórdenes o conflictos de nuestra psique y personalidad pueden manifestarse en forma de un trastorno de conducta alimenticia.

Nuestra salud mental, que incluye nuestro bienestar emocional, psicológico y social, afecta el modo en que pensamos, sentimos, nos relacionamos, decidimos y actuamos en la vida, además mantiene una constante relación con nuestra alimentación por el modo en que elegimos, cocinamos e ingerimos los alimentos que necesitamos aportar a nuestros organismo para que funcione. 

Es más: la íntima conexión de la mente y los alimentos es de doble sentido, ya que disfrutar de una comida saludable y  apetitosa repercute positivamente en nuestro bienestar psicoemocional, y a la inversa, el malestar derivado de los conflictos o desequilibrios de nuestro mundo interior, puede llevarnos a tener comportamientos alimentarios negativos.