La Vía Láctea es una galaxia espiral, lo que significa que consta entre otros componentes de un disco de estrellas, gas y polvo donde se hallan inmersos los brazos espirales. Inicialmente se supuso que el disco era totalmente plano, pero ya se sabe desde hace algunas décadas que la parte más externa de esta región posee unas distorsiones, es lo que se conoce como «alabeo»: en una dirección está retorcido hacia arriba, y en la opuesta, hacia abajo. Las estrellas, el gas y el polvo alabeados están, por tanto, en otro plano diferente al de la parte extensa central del disco, y el eje perpendicular a los nuevos planos define su eje de rotación.

En 2020, una investigación anunció la detección de la precesión del alabeo del disco de la Vía Láctea, es decir, que la deformación que presenta esta región más externa de nuestra galaxia no se encuentra estática, sino que, al igual que un trompo que gira sobre sí mismo, la orientación de su eje de rotación también cambia con el tiempo. Además, los investigadores encontraron que esta es más rápida de lo que predicen las teorías: un ciclo cada 600-700 millones de años, unas tres veces el tiempo que tarda el Sol en rotar alrededor del centro de la Vía Láctea.

La precesión no es un fenómeno único de la Vía Láctea, sino que también le sucede a nuestro planeta. Además del movimiento de traslación anual de la Tierra alrededor del Sol y el movimiento de rotación de algo menos de 24 horas, el eje de la Tierra precesa y lo hace con una periodicidad de unos 26.000 años, lo que quiere decir que la estrella polar no siempre ha estado cerca del polo norte celeste, ya que hace 14.000 años estaba cerca de la estrella Vega.

Ahora, un nuevo estudio llevado a cabo por Zofia Chrobáková y Martín López Corredoira, ambos del Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC) en España, ha tenido en cuenta la variación de la amplitud del alabeo con la edad de las estrellas. El estudio concluye que, utilizando el alabeo de las estrellas viejas cuyas velocidades son medidas, podría dar como resultado que la precesión desapareciese o fuera más lenta de lo que actualmente se cree. Para llegar a este resultado, los investigadores han hecho uso de los datos de la misión Gaia de la Agencia Espacial Europea (ESA), analizando posiciones y velocidades de centenares de millones de estrellas del disco externo.