En ocasiones hay problemas muy serios cuya gravedad se advierte cuando estalla una crisis fruto de una situación insostenible, una de ellos, es el transporte: En los últimos 7 meses del año pasado no se sentía el problema porque el país estuvo paralizado o semiparalizado.

De igual forma hay pocos sectores en que la ausencia del Estado, con políticas públicas coordinadas, sea más evidente, sobre todo desde el 2007 cuando tuvieron lugar las últimas huelgas generales de transporte.

Desde la construcción de las grandes avenidas centrales y circunvalares del Presidente Balaguer, hasta el Plan Renove, desacreditado falsamente, las únicas acciones del Gobierno central parecen ser la construcción de elevados –iniciada por Balaguer-, el Metro de Leonel y el Funicular de Medina y, en cuanto a los ayuntamientos que tienen la responsabilidad legal del tránsito urbano, ninguna: El caos es total y el Intran, una gran desilusión. 

Es fácil advertir la gravedad cuando se miran las cifras más simples, con casi las mismas vías en las ciudades, el país aumento su población en un 23.35% del 2000 al 2019, llegando a 10.4 millones en el 2020, de los cuales el 74.3% vive en las zonas urbanas.

La flota vehicular por su parte creció de apenas un millón de unidades en el año de 1999, a más de 4.6 millones en el 2019 –un 425% – lo que indica que el 67% de la población adulta –de un país pobreestá montada en una unidad vehicular de motor, como se observa en el cuadro siguiente: 

 

El incremento en los automóviles, privados y públicos, es notable, pero más aún lo es el de las jeepetas que se multiplican por más de diez; los autobuses y vehículos de carga, si bien aumentan, no lo hacen desproporcionadamente.

Somos un país de chatarras pues más de un millón de motocicletas, más de la mitad de los autos, de los vehículos de carga y autobuses, son de modelos anteriores al año 2000, es decir que tienen más de 20 años de uso: Solo en el caso de las jeepetas son más nuevos los vehículos.

El caso de las motocicletas que de unas 375 mil en el 2019 pasan a ser más de 2.5 millones en el 2019 para un aumento de 2.2 millones y, cuyos conductores mueven sin ninguna reglamentación millones de personas cada día, incluyendo niños es de una irresponsabilidad apocalíptica: No usan licencia, no tienen casco, no respetan las luces de transito ni las vías y casi todos llevan detrás a una mujer, un niño o un anciano; son como un enjambre de abejas que invaden con su ruido y excesos, el trafico normal por cualquier lado. 

Si bien es obvio que la importación geométrica de unidades –ante un transporte urbano ineficaz– no puede continuar a esos niveles, igual estamos atados a acuerdos de libre comercio y a expectativas de ingresos aduanales que dependen de ella por lo que sería útil que el Presidente Abinader pondere congelar la flota por cuatro años en la cantidad actual, permitiendo la importación libre a cambio de que cada unidad nueva conlleve el compromiso de compra para destrucción de una chatarra que debería ser enviada a Metaldom: Así, el negocio de los dealers sigue, mientras se implementan medidas para hacer más eficiente el tráfico y se eliminan chatarras. 

Por otra parte, al problema de un parque enfermo, se une la falta de educación vial de los dominicanos, choferes y público en general y la pésima preparación de los agentes de tránsito que en nada se parecen a los Amet –engreídos y orgullos pero eficientes de hace 20 años: Fue un error retornarlos a la Policía Nacional. 

El Estado debe liderar la política pública de todo el transporte, teniendo en cuenta, si bien el interés de los actores, primero que todo, el interés general de la población que pierde parte de su vida, de su tiempo, de su dinero y de la seguridad personal que debe disfrutar, esperando o sufriendo en una unidad de transporte público, cuando no comprando una vieja unidad que no puede mantener.

Los choferes de pasajeros y de carga, que irrespetan las reglas de tránsito, no son el único problema. Quizás el mayor lo constituye una población rural que se trasladó a las zonas urbanas sin cultura de ciudad, que por consiguiente desconoce hasta las señales de tráfico más sencillas pintadas en las vías: Si la educación formal impartida en las escuelas en las últimas décadas es deficiente, la domestica es inexistente y a veces, perniciosa. Sin admitir la realidad no podemos enfrentar el problema.

Ahora que el país afectado por la Pandemia se ha visto obligado a desarrollar los programas de educación a través de la radio y televisión con participación de los padres, se presenta una oportunidad irrepetible para que el Estado, sin gran costo, en esos espacios incluya como parte de la educación cívica, educación vial y domestica: Se gana poco tratando de educar a un niño que tiene a un padre sin educación, esta es una excelente oportunidad para convertir a la gente en ciudadanos.