Nuestro cuerpo está ajustado para funcionar de forma sincronizada con un ritmo «circadiano», o sea un ritmo de 24 horas que sigue al ciclo día-noche. Ya sea por motivos laborales o de ocio, el estilo de vida actual de mucha gente ha dejado atrás la pauta marcada por la luz y la oscuridad naturales que sí marcaba la organización de la vida cotidiana de las personas antes del avance de la Revolución Industrial.

Algunos estudios en ratas han demostrado incluso que una exposición larga y crónica a luz artificial durante la noche puede alterar el ritmo circadiano y provocar déficits de memoria comparables a los que se observan en trastornos neurológicos como la enfermedad de Alzheimer. Curiosamente, la alteración del ritmo circadiano también ocurre a menudo en pacientes que padecen la enfermedad de Alzheimer. Sin embargo, la relación causa-efecto entre la enfermedad de Alzheimer y la alteración del ritmo circadiano sigue sin estar clara.

Para conocer mejor la correlación entre las alteraciones del ritmo circadiano y el avance de la enfermedad de Alzheimer, el equipo de Rohit Goyal, de la Universidad Shoolini en la India, probó el efecto de la alteración del ritmo circadiano causada por la exposición crónica a la luz en la fisiología y la conducta de unas ratas.

Tal y como explica Goyal, las células de varios órganos del cuerpo están sincronizadas con el ciclo día-noche, y liberan diferentes sustancias bioquímicas, incluidas hormonas, de forma específica para cada franja horaria. La expresión de estas hormonas en franjas horarias que no son las adecuadas puede desencadenar ansiedad, deterioro cognitivo y pérdida de memoria, todos ellos síntomas de trastornos cerebrales como la enfermedad de Alzheimer.

En un estudio anterior, el equipo constató que, tras una exposición inapropiada y crónica a la luz durante dos meses, las ratas del experimento presentaban déficits cognitivos junto con una acumulación subclínica de beta-amiloide, la proteína conocida por formar agregados patógenos en el cerebro con la enfermedad de Alzheimer. A partir de estos hallazgos, se plantearon que quizá una exposición más prolongada a la luz puede provocar alteraciones del ritmo circadiano que causen un fenotipo como el típico de la enfermedad de Alzheimer. Para probar esta hipótesis, expusieron a ratas adultas a condiciones de luz constante durante cuatro meses y las compararon con ratas sometidas a un ciclo normal de luz y oscuridad.

Descubrieron que la exposición inadecuada a la luz alteraba la expresión de genes como el Per2, que siguen ritmos circadianos. Marcadores de estrés oxidativo, como las peroxirredoxinas, también estaban desregulados en la zona del núcleo supraquiasmático de estas ratas. Esa región cerebral es el principal regulador de los ritmos circadianos en el organismo. Los neurotransmisores, incluidos el glutamato y el ácido gamma-aminobutírico, estaban desregulados en el núcleo supraquiasmático de las ratas con alteración del ritmo circadiano por exposición crónica a la luz. Además, estos animales mostraron perfiles metabólicos alterados, lo que sugiere que sus sistemas digestivos también estaban afectados negativamente por la alteración de los ritmos circadianos.

El nivel de beta-amiloide soluble en el cerebro también fue significativamente mayor en estas ratas en comparación con las que seguían un ciclo normal de luz-oscuridad, y experimentaron una regulación a la baja del Sirt1 (un gen antienvejecimiento) así como una regulación al alza de los marcadores de daño neuronal.

Los investigadores también descubrieron que la alteración del ritmo circadiano provocada por la exposición problemática a la luz provocaba déficits cognitivos y de memoria en las ratas. En conjunto, estos resultados sugieren un fenotipo como el típico de la enfermedad de Alzheimer.