El presidente electo Luis Abinader todavía no designa a su futuro ministro de Medio Ambiente pero los ambientalistas ya tienen claro qué perfil les gustaría ver en el nuevo funcionario.  

Lo primero, espera el coordinador de la fundación Acción Verde, Nelson Bautista, es que sea una persona que sepa escuchar.  

“Que tenga el temple requerido para resistir las presiones de los sectores que siempre intentan torcer voluntades en pos de un supuesto ‘desarrollo económico’ sin respetar las normas pero, por sobre todo, que tenga pasión por el tema”, dijo el expresidente de la Sociedad Ecológica del Cibao (Soeci) en el Encuentro Verde de Listín Diario.

Bautista habló también de la importancia de la participación ciudadana en los temas ambientales y de cómo la actividad depredadora empaña las pocas mejoras que se han conseguido a nivel local.

El ambientalista y activista social respondió preguntas de Listín Diario; de la coordinadora del Encuentro Verde, la bióloga Yvonne Arias; y de Eladia Gesto, coordinadora de proyectos de Conservación de la fundación Propagás.




¿Cómo reciben las nuevas autoridades la gestión ambiental dominicana?

Desde que el tema medio ambiente concentró su “institucionalidad” en un Ministerio, por allá por el año 2000, las transiciones siempre han estado llenas de expectativas que a veces se sobredimensionan. Sin embargo, considero que esta vez las nuevas autoridades tienen una oportunidad de oro para enviar un mensaje preciso y contundente sobre el norte a seguir en materia de gestión ambiental: encontrarán una situación que difícilmente se puede empeorar, dado que el egocentrismo, el favoritismo y el irrespeto por las normas son las premisas que mejor pueden definir el accionar de quienes hoy dirigen el despacho del Ministerio de Medio Ambiente. Sería toda una calamidad si alguien osara continuar ese rumbo.


¿Cuál es la situación de la biodiversidad y de las áreas protegidas en estos momentos?

Podríamos decir que “han vivido tiempos mejores”. El detalle está en que hay temas que si quien dirige un Ministerio no lo maneja o lo entiende de forma tergiversada y tampoco se deja asesorar de quienes sí saben de ello (dentro y fuera de la institución), entonces no se pueden esperar mejores resultados que los que estamos cosechando. No pasa un día sin recibir una que otra denuncia sobre cacería indiscriminada -incluso en áreas protegidas-, captura de cotorras, saqueo de nidos de tortugas (también muerte de tortugas), violaciones de vedas, dejadez en el cuidado de especies protegidas. Uf, la lista es larga. Pero es obvio que actualmente ese no es un tema que toque la “sensibilidad” para las autoridades actuales.
Una situación similar acosa las áreas protegidas. Tenemos una larga lista de desafíos históricos que se han agravado en los últimos años y otros tantos que se adicionan. Bastaría con mencionar que los productores agrícolas que se aprovechan de manera abusiva de algunos parques nacionales han tenido luz verde para continuar y ampliar sus operaciones.  
Sin quisiéramos pasar revista, es obligatorio mencionar la situación en la vertiente sur del Parque Nacional de Valle Nuevo, quienes tenían un plazo definido para el cese de sus operaciones, ya con más de dos años de vencido y con una sentencia del Tribunal Superior Administrativo a cuestas, la siembra y desmontes han continuado con toda impunidad.

En el caso del Parque Nacional Sierra de Bahoruco no sólo han podido continuar sin ser molestados, sino que también han tenido en el propio ministro de Medio Ambiente su defensor más aguerrido; para él, “el aguacate es un árbol designado por Dios para crecer a esas alturas y por tanto el hombre no puede aborrecer que se utilicen esas tierras para aprovechar las condiciones de la naturaleza”. Claro que en sus declaraciones hay una mezcla de ignorancia, soberbia y descaro, pero también son en sí mismas un ilícito que podría llevarlo a los tribunales.
Y así podríamos continuar por el Parque Nacional de Los Haitises, por Alto Mao, río Ámina, Salto del Limón, la Salcedoa, Furnia de Gurabo, José del Carmen Ramírez, Nalga de Maco o casi cualquier otro espacio protegido.

Sin embargo, una de las afrentas que más duele ha sido el desmantelamiento del Parque Nacional Manolo Tavárez Justo, en una decisión del Tribunal Constitucional que declara “no conforme con la constitución” el decreto que lo creó, pero que se sospecha ha sido el resultado de una trama en la que actores económicos y políticos, así como funcionarios del Estado, se han confabulado para permitir el aprovechamiento de gran parte de los recursos (mineros y maderables) disponibles en las altas montañas: la existencia de esa área protegida era un evidente obstáculo para ello.
 

¿Qué perfil le gustaría ver en el nuevo ministro de Medio Ambiente?

La verdad que una de las aspiraciones que tengo, que tenemos muchos, es que el o la nuevo/a ministro/a tenga el talento necesario para saber escuchar, que tenga el temple requerido para resistir las presiones de los sectores que siempre intentan torcer voluntades en pos de un supuesto “desarrollo económico” sin respetar las normas pero, por sobre todo, que tenga pasión por el tema: que se fanatice con la aplicación de la Ley, con el respeto institucional, con la dignificación de  las condiciones en que se desempeñan los servidores del Ministerio…., que despache más desde los nacimientos de los cuerpos de agua que de un habitáculo climatizado.

Pienso que no es mucho pedir: fíjense que ni siquiera estamos hablando del ideal de que sea profesional de la ingeniería sanitaria, la biología o las ciencias ambientales; nos conformamos con que tenga la dignidad suficiente para entender que si no defendemos ahora los recursos naturales, que si no priorizamos la salvaguarda de los ecosistemas, la producción de agua, los frágiles entornos costeros marinos y los bosques de alta montaña, estaremos condenando a más de 20 millones de almas a padecer sin piedad los embates de la crisis del clima que se nos viene encima de forma inevitable.
Sin embargo, es obvio que aun contando con todo ello serviría de poco si desde el poder ejecutivo no dejan de tratar ese ministerio como una cenicienta, como un recodo de aprovechamiento político y fuente primaria de favores y amiguismos. ¡Hacen falta recursos, compromisos!
 

El papel de la sociedad civil en la defensa de los recursos naturales siempre ha sido de vigilancia y denuncia. ¿Cuáles, considera, han sido los mayores aciertos y desaciertos del movimiento ambiental al defender el medio ambiente? ¿Qué le falta para lograr mayor impacto?

Resulta que en el país “la sociedad civil” accionó en defensa de los temas ambientales incluso antes de la creación de organismos oficiales que se especialicen en cada tema. Con la fundación en 1976 de la Sociedad Ecológica del Cibao (Soeci), primera entidad de su género en el Caribe, se dio pie a que los ciudadanos sintieran apoyo en vigilar o denunciar situaciones de su entorno, pero más que nada fue el génesis local que ha visto retoñar decenas, cientos de organizaciones entre cuyos objetivos están la defensa y protección de los recursos naturales.



A lo largo de más de 4 décadas puede decirse que ha habido cierto equilibrio entre los aciertos y desaciertos en el esquema operativo de nuestras organizaciones. Entre los aciertos podría mencionar la inclusión en el sistema de áreas protegidas de decenas de unidades que no habían sido considerados por las autoridades, pero al mismo tiempo el compromiso en su defensa y preservación más allá de las fronteras políticas: como ejemplo pueden mencionarse la propia Soeci y el pico Diego De Ocampo, el Grupo Jaragua y la reserva de la Biosfera Jaragua-Bahoruco-Enriquillo, la fundación Progressio y la Reserva Científica de Ébano verde, Fundación Loma Quita Espuela y el Monumento Natural que lleva ese nombre, entre otros no menos importantes.

También se puede enumerar como aciertos las jornadas constantes de vigilancia contra los acechos interminables por vulnerar y violentar los recursos naturales del territorio. Gracias a la voz de estos movimientos se han podido evitar o repeler violaciones ambientales groseras como la introducción de lodos cloacales en Oviedo en la década de los 80, el depósito de rockash a principio de siglo, las eternas apetencias depredadoras sobre el Parque Nacional Jaragua, el intento de construcción de una cementera cerca de Los Haitises en 2009 y más adelante el avance minero sobre loma Miranda y los intentos por construir un hotel en el área de recreo Guaraguao-Punta Catuano en Cotubanamá.

Como esos se pueden citar decenas de ejemplos no menos trascendentes, pero sería un enfoque muy sesgado ignorar las pifias e inobservancias que también han acechado el valioso ejercicio de los miles de voluntarios que han consagrado sus vidas a defender el patrimonio natural del pueblo dominicano.
En mi humilde opinión, el principal desacierto ha sido la débil articulación que se ha podido lograr a pesar de los múltiples intentos, de ahí que iniciativas de coordinación interinstitucional como la Federación Dominicana de Organizaciones Ecologistas (Fedomasec) o la Asamblea Nacional Ambiental han sido abortados en poco tiempo o no han logrado el impacto esperado.

Muchas de las organizaciones ambientalistas sólo reaccionan “con fuerza” cuando se trata de situaciones que amenazan su área particular de influencia, los temas que le son particulares. En sentido general, ha hecho falta “espíritu de cuerpo”, al punto que aún en las luchas de carácter nacional y colectivo se notan algunas vacilaciones poco entusiastas. De modo que el tema de la unidad y el fortalecimiento institucional sigue siendo una tarea pendiente en muchos de los casos.
Ahora que gracias a las redes sociales y la conexiones globales surgen a borbotones manifestaciones hermosísimas y entusiastas de jóvenes que están haciendo suyas las luchas ambientales, es quizás uno de las sugerencias que me atrevo a manifestarles: Hay que procurar fortalecer las redes de conectividad entre el movimiento, mejorar los mecanismos de sostenibilidad y la democracia en las organizaciones, identificar fuentes de financiamiento sanas y  estables… Así la carga será más ligera.




¿Cuáles son los mayores impactos -negativos y positivos- que ha causado la pandemia del coronavirus sobre el medio ambiente?

Los impactos locales de la pandemia sobre el medio ambiente son agridulces. Por un lado, es evidente que algunos ecosistemas han recibido una especie de respiro: las costas por ejemplo, las playas, la baja en el asedio natural de los bañistas y millones de turistas menos impactando nuestros recursos naturales.
También se puede mencionar una leve mejoría en la calidad del aire de las ciudades por la disminución en las emisiones del sistema de transporte y la relativa paz aprovechada por la vida silvestre.  
Pero esas “mejorías” a nivel local se han visto empañadas por la continuidad de la actividad depredadora en nuestras montañas: en plena cuarentena se reportaron decenas de incendios para conuquismo en zonas como Constanza, Barahona o la cordillera Septentrional. Pero también no cesaron las denuncias de talas y acarreo de troncos de árboles desde la serranía, lo mismo sobre la cacería furtiva.


Si está demostrado que la salud humana y la economía dependen de la naturaleza, ¿por qué el sistema político no le da al medio ambiente la importancia que merece?

¡Uy! Esa sí que es la pregunta del millón. Ahí podemos identificar otra de las debilidades en el accionar de las instituciones públicas y privadas en pos del medio ambiente: la educación y la generación de una conciencia ambiental plena y objetiva. Mientras el tema de los recursos naturales no sea asumido por el grueso de la gente en su justa dimensión, difícilmente los políticos lo coloquen en su radar.

La mayoría de los tomadores de decisión prefieren mantenerse en una dualidad de ambientalismo de pantalla, pero nunca asumir el real desafío que implica imponer regulaciones ambientales más efectivas a la actividad minera (metálica y de agregados de construcción); huyen al potencial “costo político y económico” de enfrentar los invasores de las áreas protegidas, prefieren no interferir con “el desarrollo turístico” aunque se carguen en el proceso los pocos mangles que nos quedan y así por el estilo. Es más, ni siquiera han tenido el decoro y la valentía de regular de forma efectiva la producción y manejo de los residuos sólidos, en especial los plásticos de un sólo uso… ¿Y qué decir del tratamiento de las aguas servidas?
En el mismo momento en que “los financiadores”, o los votantes, les dejen saber a los actores políticos que el tema medio ambiente les importa sobre todo, en ese instante tendremos la camada de aspirantes más comprometidos con el tema que jamás hayamos visto.