El lunes 27 de junio sonó la extensión 2550 y era él. “Mi nombre es Virgilio Amaury Ortega Chestaro, y me gustaría contarle una historia de abuso y de maltrato, cometidos por una persona que anda por las calles como si nada”. Se motivó a desahogarse porque según dijo a través de la línea telefónica, le agrada el respeto con el que están relatados algunos trabajos que ha leído sobre temas tan sensibles como el suyo.

La cita se pautó para el martes 05 de julio, a las 9:00 de la mañana. El lunes temprano confirmó su asistencia, y el día acordado, antes de la hora, ya estaba en el periódico con mochila en mano. Un joven alto, de ojos claros, contextura delgada, y de un porte que delata su educación y su accionar pausado fue el que entró a la Recepción, a las 8:43 de la mañana. De inmediato comenzó su relato y no pudo evitar acongojarse. “Lo primero es que quiero quitarme el apellido de la persona que desde niño me ha sometido a abusos físicos y psicológicos”.

Se refiere a su padrastro. Desde los tres o cuatro años comenzó a vivir con ese señor a quien creía su padre hasta el año 2014 cuando se enteró que su papá biológico “andaba por ahí”. Por eso sus traumas y frustraciones son más arraigados.

No lograba comprender cómo “su propio” padre podía hacerle tanto daño. “Todo lo que yo hacía era malo, me comparaba con los demás y me ridiculizaba. A mis otros dos hermanos nunca los maltrataba”. Esto lo pone triste. También se dio cuenta que sus hermanos solo lo son por parte de la madre. Amaury no puede evitar que lo invada el llanto al recordar las tantas desavenencias que ha sufrido en la vida.

 

Sueño truncado

Aunque es largo el rosario de sucesos que le ha pasado al hombre que hoy tiene 42 años, uno que no logra borrar de su vida fue que cuando a los 16 años, ya listo para ser firmado por las Grandes Ligas, no pudo concretar su sueño y recompensar el trabajo que había hecho desde los ocho años. “Uno de mis hermanos me golpeó la mano, me la fracturó y con esa dificultad, me fue negada la firma”. Llora y tarda un buen tiempo en recuperarse.

Buscar un tema menos sensible era lo correcto, pero, aunque usted no lo crea, en la vida de Amaury, según lo que cuenta, hay pocas experiencias halagüeñas.

De cada una de las cosas que relata tiene un papel que avala su veracidad. Bueno, se recupera un poco. “Te puedo decir que fue muy fuerte porque llegué a creer que era yo el culpable de que no me firmaran, ese señor me lo hacía creer”. No puede seguir.

Valora el tiempo, y aun entre sollozos, decide seguir hablando. “Es tanto así que, me sentía tan culpable que me inscribí en una escuela pública, como si fuera un castigo. No desayunaba, comía muy poco y mal, hasta una gastritis me dio y hoy, producto de esto, tengo una hernia”. De nuevo hubo que dejarlo que hiciera frente a esas lágrimas que le robaban su protagonismo en esta historia.

 

¿Poder de la atracción?

No se sabe a ciencia cierta si todas las vicisitudes por las que ha atravesado Amaury son fruto del “complot” que él entiende ha habido en contra suya, pero hasta en el plano laboral ha sido objeto de acoso y si se quiere, de maltrato. Desde el año 2000 trabaja en el Ministerio de Educación. “Pero producto de abusos laborales, salí por un tiempo y volví. Hoy sigo trabajando allí, aunque pudiera estar en un mejor puesto porque he demostrado que tengo capacidad y entrega laboral”. Lo cuenta con la buena fluidez y dicción, y con un léxico propio de una persona culta. De hecho, es ingeniero con maestría en auditoría y seguridad informática. Escribió un libro. ‘Vida de un valiente militar en la Gesta de Junio y Abril’, se llama su obra en honor a su abuelo.

Por un corto tiempo laboró en la Junta Central Electoral y, sin saber por qué, fue despedido. Más tarde entra al Centro Comunitario “y ahí me obligan a renunciar, de eso, como de todo lo