Las luciérnagas que emiten su fantasmal luz en las cálidas noches de verano utilizan su luminiscencia como medio de comunicación: para atraer pareja con la que aparearse, para ahuyentar a depredadores o para encandilar a sus presas.

 

Estos singulares animales inspiraron a unos científicos del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) en Estados Unidos.

 

Estos investigadores construyeron músculos artificiales blandos electroluminiscentes para robots voladores del tamaño de un insecto. Los diminutos músculos artificiales que controlan las alas de los robots emiten luz de colores durante el vuelo.

 

Esta electroluminiscencia podría permitir a los robots comunicarse entre sí. Por ejemplo, si a un enjambre de robots luciérnaga se le envía a una misión de búsqueda y rescate en un edificio derrumbado, aquel robot que encuentre supervivientes podría utilizar sus luces para avisar a otros y para pedir ayuda.

 

La capacidad de emitir luz también sitúa a estos robots, que apenas pesan más que un clip, un paso más cerca de volar por sí mismos fuera del laboratorio.