Una investigación realizada en la Facultad de Medicina de la Universidad de São Paulo (FMUSP), en Brasil, demostró en forma objetiva algo que los expertos en neurociencia ya sospechaban: las personas que empiezan a usar cocaína durante la adolescencia desarrollan déficits cognitivos más significativos que quienes inician el consumo de esa droga durante la vida adulta.

 

Al comparar a los grupos de drogadictos, los investigadores observaron diferencias significativas, fundamentalmente en lo referente a habilidades tales como la atención sostenida (requerida para la realización una tarea larga, tal como contestar un cuestionario), la memoria de trabajo (necesaria para el cumplimiento de acciones específicas, como la de un mesero que debe memorizar los pedidos de cada una de las mesas hasta el momento de entregarles sus platos en forma correcta) y la memoria declarativa (que corresponde al almacenamiento y la recuperación de datos tras un lapso de tiempo).

 

Asimismo, en el grupo de usuarios con inicio precoz, fue un 50% más frecuente el consumo concomitante de marihuana y un 30% el de alcohol cuando se los comparó con adictos que se iniciaron en el consumo después de los 18 años. Los resultados completos de esta investigación, que contó con el apoyo de la FAPESP, salieron publicados en la revista Addictive Behaviors.

 

«Se considera que la adolescencia es una de las etapas cruciales del desarrollo cerebral, cuando se elimina el exceso de sinapsis y se seleccionan y se refinan las estructuras esenciales para la vida adulta. El uso de drogas en este momento puede obstaculizar el proceso de programación del cerebro y hacer que se pierdan conexiones importantes», comentó Paulo Jannuzzi Cunha, docente de la FMUSP y coordinador del proyecto.

 

De acuerdo con Jannuzzi Cunha, una de las diferencias del trabajo que se llevó a cabo en el Instituto de Psiquiatría del Hospital de Clínicas de la FMUSP residió en la medición de los impactos cognitivos en usuarios que estaban en condiciones de abstinencia controlada.

 

«En muchos estudios de este tipo se evalúa a los individuos en consultorios externos, sin la seguridad de que al llegar a sus hogares no consumirán la droga. Pero en nuestro caso todos los participantes estaban internados. Por eso estamos seguros de que los hallazgos no están relacionados con los efectos agudos de la cocaína o de otras sustancias», explicó.

 

Fueron incluidos en la muestra 103 pacientes dependientes de cocaína: 52 de ellos en el grupo de usuarios con inicio precoz (antes de los 18 años) y 51 en el grupo con comienzo tardío (después de los 18 años). Todos estaban hacía al menos siete días sin consumir la droga. La ausencia de los metabolitos de la cocaína se comprobó mediante la aplicación análisis toxicológicos de orina. Asimismo, había un tercer grupo de control formado por 63 personas no usuarias de sustancias psicoactivas.

 

La franja etaria de los participantes varió de los 20 a los 35 años, y la proporción de varones y mujeres fue similar. Entre los adictos con comienzo precoz despuntaba un participante que hacía uso de cocaína desde los 12 años.

 

«Datos existentes en la literatura científica indican que hasta los 25 años de edad un área del cerebro conocida como corteza prefrontal se encuentra en desarrollo. Esa región se relaciona con las llamadas funciones ejecutivas, tales como la planificación, la toma de decisiones, el control inhibitorio, la atención y la memoria de trabajo. Por eso decidimos evaluar si esas habilidades habían sido más perjudicadas en los usuarios con comienzo precoz», comentó la psicóloga Bruna Mayara Lopes, primera autora del artículo.

 

La evaluación se concretó mediante la aplicación de un conjunto de test, entre ellos la Batería de Evaluación Frontal (FAB), el Test de Stroop (SCWT), el Test de Fluidez Verbal (COWAT), el Test de Clasificación de Tarjetas de Wisconsin (WCST), el Test de la Figura de Rey-Osterrieth (ROCFT) y el Iowa Gambling Task (IGT). El uso de alcohol y otras drogas se evaluó con el Índice de Severidad de la Adicción (ASI-6).

 

«Básicamente, le planteábamos al participante una tarea que debía ejecutar. Por ejemplo, repetir una serie de números en el orden inverso o reproducir una figura de memoria cerca de 30 minutos después de observarla», dijo Lopes.

 

Al comparar a los usuarios con inicio tardío y al grupo de control, ajustando los resultados de acuerdo con variables tales como la edad y el coeficiente intelectual (CI), los investigadores notaron una diferencia tan sólo en una habilidad conocida como atención dividida. Tal como su nombre lo sugiere, esta variable está relacionada con la capacidad de realizar tareas simultáneas.

 

En un estudio que se encuentra actualmente en marcha en el Laboratorio de Neuroimágenes de la USP (LIM-21), el grupo de la FMUSP intenta correlacionar el perfil cognitivo observado en ambos grupos de adictos a la cocaína con el funcionamiento cerebral en reposo y también durante una tarea de toma de decisiones. Esta evaluación se lleva a cabo mediante un examen de resonancia magnética funcional. También se realizarán estudios sobre la estructura cerebral y las correlaciones con los niveles de una proteína llamada BDNF (Factor Neurotrófico Derivado del Cerebro) con base en estos hallazgos.

 

«Medimos variables tales como el volumen de la corteza prefrontal y la integridad de la sustancia blanca [células que ayudan en el funcionamiento de las neuronas]. Pronto tendremos novedades», comentó Priscila Dib Gonçalves, supervisora del Servicio de Psicología y Neuropsicología del Instituto de Psiquiatría del Hospital de Clínicas de la FMUSP y coautora del artículo.

 

Según la investigadora, la mayor probabilidad de que haya perjuicios cognitivos debido al consumo precoz de droga ya se había observado en un estudio realizado con 104 usuarios crónicos de marihuana, cuyos resultados salieron publicados en British Journal of Psychiatry en el año 2011.

 

En esa investigación, realizada en la Universidad Federal de São Paulo (Unifesp) por Maria Alice Fontes, se observó que personas que empezaron a fumar marihuana antes de los 15 años tenían un desempeño peor en test con los cuales se evalúan funciones ejecutivas cuando se las comparaba con usuarios de comienzo tardío.

 

Para Dib Gonçalves, ambos estudios ponen en evidencia la necesidad de desarrollar estrategias y programas de prevención más efectivos y dirigidos al público adolescente. «Vivimos en una sociedad en la cual se asocia la diversión con el uso de sustancias psicoactivas, y éste es un aspecto cultural importante. Una de las formas de concientizar al respecto de los riesgos puede ser la realización de talleres con los estudiantes. Es importante que éstos se vuelvan protagonistas en ese proceso de concientización, en lugar de ser meros receptores pasivos de información», sostuvo.

 

Para Jannuzzi Cunha, estos resultados muestran también que los pacientes más graves, es decir, con déficits cognitivos más acentuados, requieren un tratamiento más intensivo y multidisciplinario, y la asociación de terapia con medicamentos. (Fuente: Fundação de Amparo à Pesquisa do Estado de São Paulo)