En algunos lugares del mundo, compañías mineras han estado extrayendo uranio del subsuelo durante décadas. Y cuando algunas cesan en su actividad, a menudo los efectos nocivos de dicha actividad persisten en la zona.

 

Una de estas zonas es la Nación Navajo, una reserva india en el nordeste de Arizona. Los desechos mineros y el polvo asociado siguen circulando por el sistema ecológico, esparciendo partículas radiactivas en los suelos, los cursos de agua y los hogares.

 

Este polvo radiactivo es absorbido por las raíces de las plantas y se propaga hasta las hojas. Los animales de pastoreo como la oveja, una fuente de comida muy común entre los navajos, comen las plantas contaminadas e incorporan los materiales radiactivos a sus tejidos. Así, la exposición al uranio se concentra aún más a través de la cadena alimentaria.

 

El equipo de Laura Wasylenki y Katherine Dunlap, ambas de la Universidad del Norte de Arizona, examinó cómo podría reducirse la exposición crónica al uranio en la cadena alimentaria. A tal fin, investigaron cómo los hongos que viven en las raíces de las plantas podrían alterar la absorción de uranio por los vegetales.

 

La pista que siguieron es la de una investigación previa en la que se descubrió que ciertos hongos hacían que las plantas absorbieran más uranio en total, pero solo en las raíces; no subía más arriba en la planta.

 

En el caso de los animales herbívoros, algunos arrancan toda la planta para masticarla, mientras que otros (como las ovejas) arrancan solo la parte superior de las plantas. Wasylenki y Dunlap querían probar si había una forma de estimular el crecimiento de los hongos adecuados y de este modo secuestrar el uranio bajo tierra.

 

El equipo cultivó girasoles con y sin hongos simbióticos en las raíces.