Levantarlos a una misma hora de lunes a viernes, bañarlos, ponerles su uniforme, darles su desayuno, prepararles su lonchera y adecuar un lugar de la casa para desarrollar una jornada educativa diaria es una de las mejores medidas para evitar que los niños y las niñas de educación inicial pierdan el hábito escolar.

El consejo es bueno y muy atinado. Es de Soraima Andújar, orientadora educativa y coordinadora de un maternal. Ella ha visto reducir el registro de alumnos de ese centro de enseñanza porque los padres entienden que en la población de estudiantes de cinco años para abajo, la tecnología no es viable para ofrecer docencia.

“Y ellos tienen su razón. A esta edad, más que todo, ellos aprenden a socializar, a tocar y ver, y en fin, aprender con dirección de su maestro. La tecnología les resulta un tanto difícil para lograr el resultado deseado. Por eso es que yo les recomiendo a sus padres que no desperdicien esta edad, que es en la que comienzan a tener noción de las cosas. Empiezan a contar, a identificar los colores, las figuras, y sobre todo, a valorar a sus amiguitos”.

Esta cita también es de Andújar, como dueña es de una reflexión que hace alusión a lo importante de no dejar caer lo aprendido, porque hay muchos niños que ya habían comenzado su proceso inicial en la educación, y sacarlos de golpe, no es fácil. “Por eso yo insisto en lo importante que es que en la casa saquen tiempo para dar continuidad a este proceso. Sé que los padres trabajan y, que de hecho, a veces inscriben a sus hijos a temprana edad porque no tienen quien se los atienda, pero si están en casa, no dejen de fomentarle el hábito que ya tenían, y si no había ido a la escuela, pues tratar de inducirlos”. Lo comenta y deja notar su tristeza porque sabe que a muchos niños el Covid les ha “robado” el derecho a la educación.

Ciertamente es así. Joise Carrión es la madre de Daniel Bodden Carrión, de cinco años, quien ahora cursaría el Kinder. “Este año mi hijo no podrá asistir a la escuela, ya que con la realidad que hoy estamos viviendo me es imposible poder cumplir con la modalidad que se establece. Trabajo todo el día y no hay quien pueda comprometerse para lograr que él  pueda tomar las clases”. Ella también se muestra abatida.

Aprendizaje trunco

Joise admite que es cruel que su niño no reciba el pan de la enseñanza por una situación que nadie maneja, pero tampoco entiende justo inscribir a un niño a una modalidad que, por su edad, no le aportará ningún conocimiento. “Para mí, lo único que importa es el aprendizaje que debe adquirir  cada niño según su edad y que los expertos de la enseñanza deben aplicar. No me interesa que mi hijo me vea como su maestra, sino como su madre”.

Ella cree en el aprendizaje. No está de acuerdo con que se pase de curso a un niño sin cumplir con lo requerido. “Esto es como dar apertura y aceptación a la poca calidad educativa”, dice la madre de Daniel. Esta cita la termina diciendo que su mayor deseo es poder darle una muy buena educación escolar a su hijo, pero su realidad es otra y no le queda más que aceptarla como lo están haciendo otros padres.

Claro, Joise no se queda de brazos cruzados. Está averiguando sobre otros métodos posibles de la enseñanza, como por ejemplo: La escuela en casa, que de paso te ofrece acreditaciones internacionales y que va al ritmo del niño.

Cosas de dos

La situación se torna aún más difícil para quienes tienen dos niños en edades de educación inicial, y más si son gemelos, que es el caso de Aimée García. Ella es la madre de José Guillermo y José Armando, de tres años. Cuando el Covid hizo su entrada triunfal, ellos asistían al colegio de doña Mary. Pese a su corta edad, ahí les estaban enseñando los conocimientos propios de la edad, pero con el cambio, fue necesario sacarlos del centro. La educación virtual no es para sus años.

Aimée también se quedó a trabajar en la casa, y junto a Edily, quien la ayuda a cuidarlos, ha tenido que dedicarse a dar continuidad a sus hábitos escolares. “A veces es difícil, porque son dos y la cosa es fuerte, pero se trata de hacer lo posible para ellos no pierdan el hilo. Se les pone el uniforme y Edily le imparte las clases, aunque de verdad, no es lo mismo. A ellos les encantaba su colegio, estar con sus amiguitos y con sus maestras”. Lo dice a la vez que se lamenta de esta situación.

“No hay forma”

“Le puedo decir que no todos tenemos la facilidad de poner en práctica las técnicas que ofrecen los profesores y orientadores. A mí se me hace difícil, pues con apuro he conseguido que una vecina se me quede con mi niña que tiene cuatro años. No puedo decirle que también le dé clases. Algunos días, cuando llego del trabajo es que me pongo a enseñarle cosas, pero de verdad que esto me ha hecho un hoyo a mí. Antes me iba y la dejaba en el colegio, le enseñaban y al mismo tiempo me la cuidaban”. En estas cortas líneas Aurora González cuenta su experiencia de cómo el Covid le está negando a su pequeña, el derecho a la educación

Amanda aprende en casa

En el maternal donde estaba Amanda, le recomendaron a su madre Esther Hernández, buscar una persona que asistiera a la niña de cuatro años en sus clases virtuales. “Eso implicaba que yo debía pagar la mensualidad y una persona que acompañara a la niña. Un doble gasto, siendo ella tan pequeñita”.

Esther reconoce que no es lo mismo darle clases en la casa que llevarla a un maternal a socializar con otros niños y a que le ayuden a tener hábito escolar, pero al menos hasta enero, si se dan las condiciones, a Amanda la seguirán ayudando con los temas propios de su edad. “Le compré un librito y cada vez que se puede, pues se le enseña algo, pero de verdad que es bien difícil la situación porque es pequeña para ese método virtual, pero ya tiene edad de ir socializando con sus amiguitos y maestros”, dice dejando saber que le preocupa la situación que es la de muchos otros pequeños.