Leo I es una galaxia enana, satélite de la nuestra. A diferencia de la mayoría de las galaxias enanas que orbitan alrededor de la Vía Láctea, Leo I no contiene mucha materia oscura.

 

Un equipo internacional que incluye, entre otros, a María José Bustamante, Eva Noyola, Karl Gebhardt y Greg Zeimann, los cuatro de la Universidad de Texas en Estados Unidos, efectuó observaciones de Leo I desde el Observatorio McDonald, dependiente de la citada universidad. El análisis de dichas observaciones ha permitido al equipo descubrir un agujero negro inusualmente masivo en el corazón de esa galaxia. Pese a lo pequeña que es, resulta que el agujero negro que posee es casi tan masivo como el agujero negro de nuestra galaxia.

 

Un agujero negro es un astro cuya gravedad es tan intensa que ni siquiera la luz puede escapar de él. Los agujeros negros con una masa de solo unas cuantas veces la del Sol se crean a partir de ciertas estrellas cuando estas llegan al final de su vida como tales. La masa de los agujeros negros puede crecer considerablemente mediante la captura de materia de astros que pasen lo bastante cerca. Los agujeros negros de mayor masa, de entre millones y miles de millones de veces la del Sol suelen estar en el centro de las galaxias y hay dudas de que su origen sea estelar como el de los de menos masa.

 

La materia oscura es una forma extraña de materia que no parece emitir ni absorber radiación electromagnética detectable, y que apenas interactúa con otras partículas. En ese sentido, se podría decir que es «invisible» o que es «oscura». Sin embargo, se sabe que está ahí porque ejerce una influencia gravitacional en su entorno. Además, no se trata de una clase minoritaria de materia, sino justo lo contrario: es la forma más abundante de materia en el universo, más aún que la materia normal que conocemos y de la que están hechas las estrellas, los planetas y los demás astros. La naturaleza de la materia oscura es un misterio.