Los investigadores del Laboratorio de Electrónica Orgánica de la Universidad de Linköping han demostrado por primera vez una batería orgánica. Es del tipo conocido como «batería de flujo redox», con una gran capacidad que puede ser utilizada para almacenar energía de aerogeneradores eólicos y paneles solares, y como banco de energía para automóviles.

 

Las baterías de flujo redox son baterías estacionarias en las que la energía se encuentra en el electrolito, fuera de la propia célula, como en una pila de combustible. A menudo se comercializan con el prefijo «eco», ya que abren la posibilidad de almacenar el exceso de energía procedente, por ejemplo, del sol y del viento. Además, parece ser posible recargarlas un número ilimitado de veces. Sin embargo, las baterías de flujo redox suelen contener vanadio, un metal escaso y caro. El electrolito en el que se almacena la energía en una batería de flujo redox puede ser de base acuosa, lo que hace que la batería sea segura de usar, pero da lugar a una menor densidad de energía.

 

Mikhail Vagin, ingeniero investigador principal, y sus colegas del Laboratorio de Electrónica Orgánica, Campus Norrköping, han logrado producir no solo un electrolito a base de agua sino también electrodos de material orgánico, lo que aumenta considerablemente la densidad de energía. De esta manera es posible fabricar baterías de flujo redox completamente orgánicas para el almacenamiento de, por ejemplo, la energía del sol y del viento, y para compensar la variación de carga en la red de suministro eléctrico.

 

Han utilizado el polímero conductor PEDOT para los electrodos, que han dopado para transportar iones positivos (cationes) o negativos (aniones). El electrolito a base de agua que han desarrollado consiste en una solución de moléculas de quinona, que puede ser extraída de materiales forestales.