Unos hallazgos recientes han revelado conexiones hasta ahora desconocidas entre la antigua población de caballos de América del Norte, donde evolucionaron, y la de Eurasia, donde fueron domesticados.

Los hallazgos se han hecho en un nuevo estudio sobre ADN antiguo de restos de caballos encontrados en Norteamérica y Eurasia, que demuestra que las poblaciones de caballos de ambos continentes permanecieron conectadas a través del puente de tierra de Bering, con partes de ellas yendo y viniendo y engendrando descendencia conjunta múltiples veces durante cientos de miles de años.

Los nuevos hallazgos, realizados por el equipo internacional de Alisa Vershinina y Beth Shapiro, de la Universidad de California en Santa Cruz, Estados Unidos, demuestran la continuidad genética entre los caballos que se extinguieron en Norteamérica al final de la última glaciación y los caballos que acabaron siendo domesticados en Eurasia y posteriormente reintroducidos en Norteamérica.

El estudio destaca la importancia del puente de tierra de Bering como corredor ecológico para el movimiento de grandes animales entre los continentes durante el Pleistoceno, cuando se formaron enormes capas de hielo durante los periodos glaciales.

El descenso drástico del nivel del mar dejó al descubierto una vasta zona terrestre conocida como Beringia, que se extendía desde el río Lena en Rusia hasta el río Mackenzie en Canadá, con extensas praderas que albergaban poblaciones de caballos, mamuts, bisontes y otra fauna del Pleistoceno.