Se estima que en países como Estados Unidos, las bebidas azucaradas son la principal fuente de azúcares añadidos en la dieta. En el caso concreto de ese país, se calcula que casi dos tercios de los jóvenes consumen al menos una bebida azucarada al día.

El neurocientífico Scott Kanoski, de la Universidad del Sur de California en Estados Unidos, lleva años estudiando el vínculo entre la dieta y las funciones cerebrales. Sus investigaciones han demostrado que el consumo de bebidas azucaradas deteriora la memoria en ratas y que esas mismas bebidas modifican el microbioma intestinal.

Recientemente, en un nuevo estudio, Kanoski y sus colaboradores trataron de averiguar si existe una relación directa entre los cambios en el microbioma y la función de la memoria.

Los científicos dieron a ratas adolescentes libre acceso a una bebida azucarada similar a las que beben muchos humanos.

Cuando las ratas se volvieron adultas al cabo de un mes, los investigadores evaluaron su memoria mediante dos métodos diferentes. Uno de ellos evaluaba la memoria asociada a una región del cerebro llamada hipocampo. El otro método evaluaba la función de la memoria controlada por una región llamada corteza perirrinal.

Los investigadores descubrieron que, en comparación con las ratas que solo bebían agua, las que consumían altos niveles de bebida azucarada tenían más dificultades con la memoria que utiliza el hipocampo. El consumo de azúcar no afectó a los recuerdos elaborados por la corteza perirrinal.

A continuación, los científicos comprobaron el microbioma intestinal de las ratas y encontraron diferencias entre las que tomaron la bebida azucarada y las que bebieron agua. Las consumidoras de bebida azucarada tenían mayores poblaciones de dos especies particulares de bacterias intestinales: Parabacteroides distasonis y Parabacteroides johnsonii.