Desde el servicio religioso al que una persona puede acudir hasta la hora en que esta puede acostarse, la inteligencia artificial vigila cada vez más nuestros comportamientos e incluso toma decisiones, como por ejemplo quien puede acceder a un empleo o quién no.

De esta forma, la inteligencia artificial está poniendo en riesgo en muchas ocasiones la materialización de nuestros derechos.

Un informe de la ONU publicado el pasado miércoles revela “las innegables y crecientes repercusiones de las tecnologías de inteligencia artificial en el ejercicio del derecho a la intimidad y otros derechos humanos”.

Ante la amenaza que esto supone, la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos ha pedido establecer urgentemente una moratoria en la venta y el uso de los sistemas de inteligencia artificial. E, incluso, ha pedido la prohibición directa cuando esta tecnología no cumpla con las normas internacionales.

“La inteligencia artificial puede ser una fuerza para el bien, que ayude a las sociedades a superar algunos de los mayores retos de nuestro tiempo. Pero (…) también puede tener efectos nocivos e incluso catastróficos, cuando se emplea sin prestar la debida atención a su capacidad de vulnerar los derechos humanos”, declaró Michelle Bachelet con motivo de la publicación del informe.

“Cuanto mayor sea el riesgo para los derechos humanos, más estrictos deben ser los requisitos legales para el uso de la inteligencia artificial, añadió la Alta Comisionada, quién observó que “dado que la evaluación de los peligros y cómo superarlos puede llevar todavía algún tiempo, los Estados deberían implementar desde ahora moratorias sobre el uso de las tecnologías que presentan un alto potencial de riesgo”.