Los oncólogos se ven ante un dilema a la hora de diagnosticar a un paciente con cáncer de próstata en estadio inicial. Las dos opciones terapéuticas en esos casos –la cirugía de extirpación del tumor y la radioterapia– afectan a toda la próstata y pueden causar serios efectos colaterales, tales como disfunción eréctil e incontinencia urinaria.


Un nuevo método para el tratamiento de tumores de próstata en estadio inicial, desarrollado en el Instituto Weizmann de Ciencias, en Israel, podrá ofrecerles a los médicos una alternativa a las terapias convencionales, disminuyendo así el riesgo de causarles daños innecesarios a los pacientes. Al aplicar esta nueva técnica, no invasiva, se emplea una droga fotosensibilizante y una fuente de luz para atacar específicamente a los tumores prostáticos, sin dañar tejidos sanos ni el tracto urinario.

Uno de los creadores de este nuevo tratamiento es Avigdor Scherz, docente del Instituto Weizmann de Ciencias, quien estuvo en Brasil en carácter de disertante en la São Paulo School of Advanced Science on Modern Topics in Biophotonics.

Este evento, que contó con el apoyo de la Fundación de Apoyo a la Investigación Científica del Estado de São Paulo – FAPESP en la modalidad Escuela São Paulo de Ciencia Avanzada (ESPCA), se realizó a fines de marzo en el Instituto de Física de São Carlos de la Universidad de São Paulo (IFSC-USP). Fue un encuentro que congregó a estudiantes de posgrado y a jóvenes científicos de Brasil y del exterior con el objetivo de discutir temas avanzados en el área de la biofotónica, en la cual se emplean tecnologías basadas en la manipulación de fotones, es decir, de la luz, para su aplicación biológica.

“Combinamos principios e ideas actuantes en la naturaleza con la fotónica para desarrollar un nuevo tratamiento contra el cáncer de próstata que destruye en forma acotada el tejido cancerígeno sin perjudicar al tejido sano”, dijo Scherz durante su conferencia.

Este nuevo método, denominado terapia fotodinámica vascular dirigida (VTP, por sus siglas en inglés), consiste en la infusión intravenosa durante 10 minutos de una droga a base de un pigmento sensible a la luz extraído de la clorofila producida por bacterias acuáticas fotosintetizantes, que captan energía de la luz solar.

El fármaco sintetizado a partir de esta sustancia, denominada bacterioclorofila, es activada mediante su exposición al láser infrarrojo durante 22 minutos, a través de delgadas fibras ópticas insertadas en la zona del tumor con la ayuda de ultrasonido.

La activación del fármaco en el tejido enfermo con el láser provoca una reacción en cadena y genera moléculas altamente reactivas, que cierran los vasos sanguíneos encargados de alimentar a los tumores, impidiendo así que éstos reciban oxígeno. De esta forma, los tumores quedan destruidos entre 16 y 24 horas después del procedimiento, mientras que las estructuras y las funciones de los tejidos sanos permanecen intactas.

“La combinación del fármaco fotosensibilizante con la exposición al láser en el interior de los vasos sanguíneos provoca la generación simultánea de radicales de óxido nítrico y de oxígeno. Esto lleva a un rápido colapso de la vascularización del tejido tumoral”, explicó Scherz.

Los pacientes que se someten a este tratamiento reciben el alta pocas horas después del procedimiento, que tiene una duración aproximada de 90 minutos y se realiza en una sola sesión. El fármaco permanece en el torrente sanguíneo durante un lapso de entre tres y cuatro horas.