Huchi Lora es el autor del verso que le da título a esta columna. En su momento, ese octosílabo sirvió de pie forzado a una colección de punzantes espinelas.

Fuera de su contexto, puede parecer ofensivo contra la dominicanidad. Pero enmarcado en su tiempo y espacio, denunciaba (en son de broma) la conveniencia de algunos sectores políticos de explotar a su favor la ignorancia de las mayorías.

A Huchi Lora lo fui a buscar. No nos conocíamos, pero su impronta me llamó la atención: Era un acto “heroico” leer una décima distinta todas las noches en el espacio “Punto Final”. Nunca, en mis años de investigación sobre la décima, me había topado con un caso como el suyo. Lo consideré la reencarnación de Juan Antonio Alix.

Huchi era un versificador nato; poseía un envidiable sentido del humor y me preocupó que a nadie se le hubiese ocurrido recopilar aquellas espinelas en un tomo testimonial, retrato de aquel tiempo irrepetible.

Huchi Lora me protegió por muchos años. Juntos preparamos algunos libros y también me abrió las puertas de su casa como si fuera la mía propia.

Siempre le estaré agradecido por incluirme en el staff fundador del primer diario digital de la República Dominicana (Dedom) junto con él, su hermano Junio, Silvio Herasme Peña y otros buenos amigos.

Nunca tendré como corresponder su gesto de amueblar el pequeño apartamento que renté en el centro de la ciudad para recibir a mi familia cubana.

Hablar de Huchi y Junio Lora es recordar a Piky, Patricia Solano, Tatica, Betty, Janio y otros tantos familiares y amigos que me demostraron el precio de la felicidad sin necesidad de estar rodeado de fortunas.

Guardo de él esta anécdota curiosa. Mientras estaba enfrascado en su exitosa revista de humor político semanal “DDT”, la cual se vendía al pregón. Los distribuidores liquidaban en su propia casa los saldos pendientes, y allí mismo recibían las nuevas entregas.

En cierta ocasión, uno de ellos fue atacado por el perro guardián del domicilio, a pesar de los ingentes esfuerzos de doña Betty por controlar al animal. Parece que el can algo raro olió en la fisionomía de aquel personaje que poco después desapareció del país como por arte de magia, llevando consigo una fuerte suma de dinero a Huchi, producto de la venta de la referida revista.