La libertad religiosa es fundamentalmente importante para la sociedad. Esta salvaguarda el derecho de todas las personas a conservar sus propias creencias religiosas y a expresarlas abiertamente sin temor a ser perseguidas o a que se les nieguen los mismos derechos de ciudadanía. Beneficia a todas las personas, creyentes y no creyentes, así como las organizaciones y grupos religiosos. Protege la sociedad entera y la ayuda a prosperar. Citaré cuatro razones concretas para ilustrar esta importancia:

1. Proporciona protección para la valiosa contribución que la religión aporta a la sociedad
La religión ha motivado muchos de los más importantes avances morales en la civilización. Entre ellos se encuentran la abolición de la esclavitud, el movimiento de los derechos civiles y los esfuerzos para eliminar la corrupción. “Estos avances no fueron motivados por la ética secular o gente que cree en el relativismo moral”, señaló Dallin H. Oaks, de la Primera Presidencia de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días y jurista estadounidense. “Fueron impulsados principalmente por personas que tenían una visión religiosa clara de lo que era moralmente correcto”.

La religión motiva obras caritativas que el gobierno es incapaz de desempeñar, y en su mejor forma, las religiones enseñan valores éticos de integridad, amor al prójimo y responsabilidad individual. Estos valores éticos son parte de la infraestructura social que apoya y establece el estado de derecho. El estado de derecho se basa en el compromiso moral de los ciudadanos y no puede existir sin ella. Ningún nivel de supervisión del gobierno puede compensar la falta de compromiso personal de parte de los miembros de la sociedad con estos valores fundamentales. “Nuestra sociedad”, continúa Dallin H. Oaks, “no se mantiene unida principalmente por la ley y su aplicación, sino sobre todo por las personas que de su propia voluntad obedecen a los principios más allá de la ley debido a las normas interiorizadas que tienen de la justicia y de buen comportamiento”.

2. Promueve la paz y la convivencia respetuosa
Contrariamente a lo que a veces dicen los críticos, la libertad religiosa no se trata de privilegiar a los creyentes en comparación con los no creyentes. En el fondo, la libertad religiosa insiste en la equidad y el respeto para todos. Según la libertad religiosa, cada uno tiene derecho a llevar su vida pacíficamente de acuerdo con los dictados de su propia creencia. La libertad religiosa no genera violencia, sino que hace posible la convivencia pacífica entre personas que tienen discrepancias de opinión intensas, siempre y cuando no agraviamos los derechos de los demás. Promueve el civismo y el respeto mutuo, nos da las normas para coexistir en un mundo lleno de diversidad, fomenta el pluralismo y el libre intercambio de ideas y protege la conciencia individual, que es la base de una sociedad libre.

A menudo se le echa la culpa a la religión por las guerras, la xenofobia, la intolerancia, el fanatismo, y el terrorismo. Claro está que estas maldades pueden estar relacionadas con la religión, pero tales cosas no son producto de la religión en sí, sino más bien de la falta de libertad religiosa. La libertad religiosa no autoriza nunca actos de violencia u otros agravios en nombre de una supuesta creencia religiosa. Al contrario, actos proscritos por ley que agravian la seguridad o los derechos de otras personas no caben dentro de los derechos protegidos por la libertad religiosa.

Lo que se necesita entender claramente, y que a menudo no se entiende, es que donde la libertad de religión está protegida por la ley y valorizada por la cultura, la sociedad goza de mayor paz y seguridad. En contraste, la falta de libertad religiosa crea tensión, inestabilidad y violencia. La falta de libertad religiosa crea opresión y resentimiento que alimentan el odio y prejuicios que a su vez fomentan movimientos extremistas.

Existe considerable evidencia empírica que muestra que las restricciones impuestas a la religión por el Estado constituyen el factor causal más importante en relación con la violencia religiosa en una sociedad. No es el “choque de civilizaciones” el que causa la violencia religiosa. Las tensiones sectarias son resultado de la regulación opresiva de la religión y de la reafirmación por parte del Gobierno de la hostilidad social en contra de las minorías confesionales.

3. Protege y fortalece los demás derechos civiles y políticos
Protege la conciencia, que es la base esencial de toda opinión pública y política, porque una opinión forzada ya no es opinión. Protege la dimensión espiritual de la humanidad, que es el núcleo de la identidad del individuo y de la comunidad. Protege la dignidad humana, que es la base primordial de todos los derechos humanos, pues todos los derechos humanos se justifican jurídicamente a base de que pertenecen al ser humano por el solo hecho de ser humano, es decir, por tener dignidad humana. Este es un concepto que proviene de la religión.

La libertad religiosa es el primero y más antiguo de los derechos protegidos legalmente. Es el capullo del cual emergieron los otros derechos humanos, incluso las libertades de expresión, de prensa, de reunión y asociación. Estos derechos nacieron de la lucha histórica por la libertad religiosa. La libertad de expresión se desarrolló por primera vez para proteger la expresión de los disidentes religiosos. La libertad de prensa resultó de la lucha por publicar la Biblia. Las libertades de reunión y asociación surgieron de los esfuerzos de las comunidades minoritarias religiosas para llevar a cabo servicios religiosos y juntar sus esfuerzos para establecer hospitales, universidades y escuelas religiosas.

Un argumento que se está volviendo cada vez más común hoy en día es que la libertad religiosa ya no se necesita por ser redundante en el sistema de derechos humanos. Se preguntan por qué la religión merece su propia libertad especial cuando otras libertades como la de expresión o de reunión sirven para proteger todas las ideologías, sean religiosas o no. Dicen que la creencia religiosa es como las demás formas de creencia, y darle una protección especial crea desigualdad.

Empero, la religión sincera no es como las otras ideologías. La religión se trata de las más profundas creencias y valores que trascienden este mundo. Los valores éticos no religiosos, al contrario, no son trascendentales. Por eso, muchas veces no tienen naturaleza fija. Los valores seculares a menudo vacilan y cambian según las circunstancias y retroceden ante la inconveniencia o el interés propio.

La libertad religiosa no es el único derecho fundamental, ni es un derecho ilimitado, pero es la raíz de la cual brotó el árbol de los otros derechos y libertades. Las ramas que representan otras libertades y derechos no pueden sobrevivir mucho tiempo sin la raíz. Si nosotros, como sociedad, no tenemos la fuerza de voluntad para proteger la libertad de religión ¿cómo podemos esperar que nuestras instituciones protejan de forma adecuada los otros derechos menos fundamentales? Quien disminuye la libertad religiosa disminuye el cimiento en que se basan los demás derechos humanos y civiles. Se olvida de la historia y comete una especie de parricidio ideológico. Por contraste, la sociedad que valoriza y protege la libertad religiosa está nutriendo los demás derechos que protegen y benefician la sociedad.

4. Genera muchos bienes sociales
La evidencia empírica demuestra rotundamente que la libertad religiosa está correlacionada con el florecimiento de numerosos bienes sociales. En un libro escrito por Brian Grim y Roger Finke en 2011, se analiza el nivel de correlación entre la libertad religiosa y varios otros bienes sociales. La correlación más significativa está entre la libertad religiosa y los otros derechos fundamentales que respaldan una sociedad libre y democrática. Pero también se ven otras correlaciones menos obvias. Entre ellas son mejoras para las mujeres y las minorías, especialmente en materia económica, educativa y de salud.

PERFIL

Gary B. Doxey

Director asociado del Centro Internacional de Estudios de Derecho y Religión J. Reuben Clark, de la Universidad Brigham Young, en Estados Unidos. Se unió al centro en el 2005 y se desempeña como asesor regional para América Latina. Fue jefe de gabinete y asesor general de los gobernadores de Utah Mike Keavit y Olene Wlaker. Tiene un doctorado en Historia de la Universidad de Cambridge y un doctorado en Derecho de la Universidad de Brigham Young.