Aunque nacido en Puerto Rico, fijó su residencia definitiva en el país y lo amó tanto como un dominicano. Vino joven y murió en Santo Domingo rodeado de gloria por su patriotismo en favor de esta, que asumió como su Patria. En su labor educativa a nivel superior, creó nuevas carreras que impulsó como catedrático. Ha merecido el recuerdo agradecido de quienes fueron sus discípulos.

Fue, además, un ícono del deporte nacional, inscrito en el Pabellón de la Fama como Inmortal, porque no solo dio vida al beisbol nativo, sino que deleitó y asombró a criollos y extranjeros jugando en los equipos del Licey y del Escogido y a él se atribuye “el entusiasmo beisbolero que se despertó en Santo Domingo” en los años 20.

Los méritos de Pedro Miguel Caratini fueron reconocidos designándole una calle en la capital, en dos ocasiones. Pero no se le ha asignado ninguna.

Es el fundador de la Escuela de Peritos Contadores, que se inició en 1943, y elevó la categoría de la contabilidad, que nació prácticamente con él.

Trabajó como contador, auditor, contable, en la secretaría de Obras Públicas, Corporación Dominicana de Electricidad, Corporación de Fomento, Banco Agrícola, Impuesto sobre la Renta, Corporación Dominicana de Empresas Estatales, CORDE, y varios ingenios, entre otros. Es reconocido por la Superintendencia de Bancos, que lo exhibe en su galería de técnicos.

Su arribo al país se produjo en 1916 como capitán del equipo de pelota de Ponce, y tres años después vino a quedarse para siempre.

Atleta, corredor de salto largo, triunfador en carreras, Caratini viajaba a Santiago en burro para jugar como “short stop” o “cuarto palo” del Licey. Su presencia y sus jugadas constituían escándalo en la fanaticada. El primer equipo que le ofreció trabajo fue el Escogido pero se fue al Licey “para equilibrarlo, porque me fijé que en el Es