Las más de tres humillaciones del presidente a los boricuas en su primera visita a la isla tras la devastación dejada por el huracán María.

El presidente Donald Trump llegó a Puerto Rico en su Air Force One este martes en un viaje relámpago en el que no ofreció una solución ni a mediano ni a largo plazo para la situación de la isla, territorio de Estados Unidos en el que miles de ciudadanos continúan esperando por recibir como mínimo par de botellas de agua tras el devastador paso del huracán María.

En lo que sonó como una especie de mítin para aplaudir la gestión de sus “tropas” en el país, el presidente se dedicó a alabar lo que ha llamado la “increíble” gestión de su equipo.

En la mesa habilitada en la Base Muñiz a Trump lo rodeaban miembros de FEMA (Agencia Estatal para el Manejo de Emergencias),  de la milicia y funcionarios ligados al oficialista Partido Nuevo Progresista; no hubo espacios para preguntas de la prensa. Después de posar para selfies con algunos alcaldes del PNP como el de Arecibo, Carlos Molina – a quien ciudadanos reclaman su presencia en la zona de desastre- el presidente asumió el “trono”.

Ni siquiera al gobernador de Puerto Rico, Ricardo Rosselló, quien lucía como un súbdito del mandatario estadounidense, le otorgó tiempo suficiente para manifestarse; él tampoco lo solicitó. La dinámica la dirigía Trump, por lo que cedió menos de cinco minutos a Rosselló, los que éste utilizó para agradecerle lo que ha hecho por Puerto Rico y disimuladamente sugerir que se necesita hacer más.

“Esto es un esfuerzo unido. Tenemos que trabajar juntos para sobreponernos de lo que está pasando aquí en Puerto Rico. Es un momento retante, necesitamos hacer más, pero vamos a poder reconstruir Puerto Rico”. “No solo saldremos de esto, pero lo construiremos más fuerte que nunca” , se limitó a decir Rosselló.

El presidente sí aprovechó para perdirle a la comisionada residente Jennifer González –quien se ha convertido en su mano derecha en los últimos días– que reafirmara su postura de apoyo a las autoridades federales.

Melania Trump no dijo ni una palabra; la primera dama de Puerto Rico tampoco. La voz de Beatriz Rosselló opacó el discurso de Trump cuando se puso a hablar con la de EEUU sobre su hija que estaba en medio de ambas.

Y, mientras, Trump proseguía con sus declaraciones, que para muchos confirmaron su falta de sensibilidad.

Al tiempo que decenas de boricuas continuaban haciendo filas para poder sacar algo de efectivo en cajeros y comprar lo poco que está disponible en cuanto alimentos, agua y gasolina, Trump usó el foro para manifestar la carga presupuestaria que alega Puerto Rico representa para Estados Unidos.

“Odio decirles esto Puerto Rico, pero hemos desfasado nuestro presupuesto. Hemos gastado mucho dinero en Puerto Rico”, dijo Trump.

Esta declaración avivó las críticas en redes de usuarios indignados por la prioridad del presidente en estos momentos de devastación. Luego que los puertorriqueños esperaran 12 días por una respuesta “concreta” del gobierno estadounidense, los puertorriquenos recibieron una queja.

Seguidamente, habló de los muertos que dejó el huracán. Según la lógica del republicano, hay que felicitar a las autoridades porque solo se han reportado 16 decesos; no los miles que dejó Katrina, en Louisiana, en 2005.

“Si miras, cada muerte es un horror, pero si te fijas en una verdadera catástrofe como Katrina y te fijas en los enormes cientos y cientos de personas que murieron y lo que pasó aquí con una tormenta que era totalmente dominante. Nadie ha visto nunca nada de eso. ¿Cuántas muertes hubo?”, preguntó Trump.

“16”, contestó Rosselló.

“Debes de estar orgulloso”, replicó Trump.

No se escucharon menciones al caso de Lares, pueblo ubicado en la región montañosa oeste central. Desde allí, su alcalde Roberto Pagán Centeno ha sido claro en que no se puede hablar de un número porque incluso hay confusión entre los cadáveres que salieron de tumbas debido a las inundaciones y las personas que fallecieron como resultado del evento. Tampoco el gobierno habló de los suicidios que se han reportado como secuela de María y los pacientes que han muerto por falta de oxígeno, según reportó el Centro  de Periodismo Investigativo (CPI). Paradójicamente,  tras la presentación de Trump, Rossello informó que la cifra aumentó a 34.

Pero el presidente salió sonriente de la Base Muñiz luego de invocar a los muertos.

El presidente siguió con su comitiva a Guaynabo, pueblo “privilegiado” de la zona metropolitana, y donde, en comparación con otras regiones, el panorama ha sido relativamente estabilizado.

Lo que, probablemente, no contaba era con protestas incluso de personas orilladas en la carreteras con carteles.

Estas manifestaciones se sumaban a las reportadas al exterior del Centro de Convenciones de San Juan. Pero, de eso tampoco habló el presidente.

De la mano del gobernador y el alcalde de Guaynabo, Angel Pérez, también del partido oficialista; Trump y el resto de su “equipo”, se movieron a la calle Escarlata de la urbanización Muñoz Rivera, para hablar con algunos damnificados.

De nuevo, lo más que hubo fueron fotos.

El grupo procedió a trasladarse a la iglesia Calvary Chapel del mismo municipio, donde permanecieron no más de 15 minutos. Se suponía que Trump repartiría suministros, pero más bien lanzó rollos de papel como si estuviera regalando camisetas y gorras en un evento de campaña.

En la iglesia, a la que trasladaron a supuestamente 200 refugiados, éstos levantaban sus manos para ver qué alcanzaban a cachar. Pero, de nuevo, la mayoría se dedicó a tomarle imágenes al presidente como si se tratara de una suerte de espectáculo para entretener a los más privilegiados.

Y, en efecto, así fue visto por medios internacionales y por usuarios en redes sociales que descargaron su rabia con innumerables publicaciones en las que tildaban la acción del primer ejecutivo como “indignante” y “ofensiva”.

Trump no visitó las zonas más remotas del este, centro y oeste del país, donde incluso ciudadanos individuales han llegado del exterior a repartir lo que el Gobierno no ha repartido.

Ya a las 4 p.m. Trump estaba montado en el Air Force para abandonar el país quién sabe hasta cuándo. Mientras los boricuas en la isla y el exterior denunciaban en redes que #PuertoRicoSeLevantaSolo.