MANO MATUEY, San Cristóbal.- Con un enfoque histórico de la noticia, luego de la muerte de mi amigo Daniel Martich, me he tornado más sensible de lo que mi rostro aparenta.

Lloré la muerte de Martich más que el fallecimiento de mi abuela, Julia Heredia No he podido parar de llorar, y de día y de noche, muchas veces por sentimiento, otras por remordimiento, sobre todo, por impotencia, ante el caos imperante en el tránsito en la ciudad de San Cristóbal.

Manejar en vía contraria, invadiendo el espacio del peatón: la acera y hasta el contén, se ha hecho una cultura en San Cristóbal, más cuando la autoridad no asume su responsabilidad, sino que por el contrario, se hace cómplice de este desorden generalizado.

Fruto de las imprudencias de los conductores, en un 90 por ciento motoconchistas, se han producido muertes de personas conocidas y de algunos familiares nuestros y de amigos, relacionados y sabe Dios cuántos más, que deben estar registrados en los estadísticas oficiales.

Las debilidades de nuestras autoridades han permitido el desarrollo de un estilo de manejar muchas motocicletas (calibrando), que no hay un día que estos individuos, por no decir otro término descompuesto, provoquen un desgracia, una tragedia, una muerte de una vida productiva.

La última víctima de estos desaprensivos apoyados implícitamente por los responsables de garantizar el orden en el tránsito y el transporte, y ojalá sea así, fue mi compadre Cantalicio Lucas (El Pariente, Bombón y Veterano, apodos que le brindaron la popularidad y el cariño del barrio.

El Pariente, un hombre solidario y trabajador, caracterizado por una sólida vocación de servicio, que expresaba jocosidad y dulzura, fue atropellado el sábado 2 de este mes, y murió cuando no habían transcurrido 24 horas del fatal accidente, que pudiera llamársele homicidio.

El demonio que provocó la muerte de El Pariente, calibrado en el kilómetro dos de la carretera Sánchez, donde yo nunca he visto a un agente de la Autoridad Metropolitana del Transporte (AMET), emprendió la huida, y esta muerte, al igual que otras 30 ocurrida en los últimos años, corre el riesgo de quedar impune.

POR RAMON HEREDIA

Continuara.