Solícitas y serviciales tres mujeres reparten bizcochitos duros y campurrianas entre las butacas, cuando en las bandejas no quedan más que migas, una pantalla negra al fondo del escenario se enciende: «No queremos la vida fácil y cómoda; queremos la vida dura, la vida difícil, la vida de los pueblos viriles. Francisco Franco, 17 de julio de 1939». A partir de ahí, sobre el suelo raso, tres mujeres son, sin violencia ni rabia, Carmen Polo, Pilar Primo de Rivera y Mercedes Sanz-Bachiller; para aclarar, la mujer de Francisco Franco, la hermana de José Antonio Primo de Rivera (e hija de Miguel Primo de Rivera) y la mujer de Onésimo Redondo. Porque incluso en bandos vencedores, las mujeres son apartadas de la historia.

Ese fue el motivo de Jessica Belda y Ruth Sánchez González para comenzar a escribir La Sección, una obra de teatro que recorre cuatro décadas de la historia de España, desde el acto inaugural de La Falange hasta el juramento de Juan Carlos I, a través de esas tres mujeres que tuvieron poder durante la dictadura, contribuyeron a estructurar la sociedad en la que todavía vivimos hoy, e impusieron letra y modo a la mitad de la población, las que ganaron y las vencidas, con un precepto cristalino: hogar, patria e imperio, promulgado por la mujer que se convirtió en su bandera, Pilar Primo de Rivera.

Con voz clara tras unas cuantas notas de trompeta militar ellas mismas se “quejan”: “Somos la mitad de la victoria, la mitad de la represión y la mitad de la desmemoria”. Jessica Belda (Valencia, 1981), dramaturga y actriz en esta pieza —en el Teatro del Barrio hasta el 26 de febrero— estaba trabajando en un proyecto de visibilización de mujeres en la historia cuando cuando cayó en la cuenta de que de aquellas mujeres se sabe “poco”. “Fueron importantes, hicieron muchísima labor represiva y mucho daño. ¿Cómo es posible que estén tan ocultas?

El ilustrador Elías Taño ha puesto las imágenes que ayudan a guiar la historia y que son un soplo para este tipo de teatro, el documental, que convierte el guion no solo en un libreto listo para ser interpretado, sino en una pieza capaz de enseñar, escrita por mujeres, dirigida por mujeres e interpretada por mujeres.El trabajo de la Sección Femenina no fue baladí, se convirtió en otro de los tentáculos de la represión durante el franquismo. Se les enseñaba a ser buenas mujeres, buenas esposas, buenas madres, y llego a tener 600.000 afiliadas; fue una escuela de adoctrinamiento y cercenadura de independencia, voluntad propia y rebeldía, y era una fábrica de producir mujeres para cocinar, limpiar, asentir, parir y criar. La retahíla de consejos durante una coreografía al final de la obra provoca primero una sonrisa, y luego la borra.

Él es el amo de la casa. Si tienes que ponerte los rulos, hazlo cuando él se duerma para no provocarle disgusto. Cocina lo que más le guste. Déjate si quiere sexo y cállate si no lo quiere. Maquíllate. Ten la casa limpia para él. Sonríe para él. Su conversación es más interesante que la tuya, siempre. No lo alteres. No lo enfades. Él decide. Él ordena. Él quiere. Él pide. Él hace y deshace, a su antojo. Tú obedeces.

Esos consejos sentaban las bases de una jefatura del hogar ostentada por el hombre. “El poder recaía sobre el esposo y lo legitimaba para hacer cualquier cosa, y corregir aquello que no le gustara. Al principio sí, surge la risa, pero luego empiezas a darte cuenta de lo que estás escuchando, y sientes terror”. Belda asegura que cuando el texto se cerró ella se planteó su propia necesidad de tratar el tema: «Ves que está interconectado, que hay una dialéctica visible entre pasado, presente y futuro y que tanto las cuestiones políticas, como las religiosas, como las morales, son una red de araña que ha supuesto el retraso político de España”.

Ellas, el terror femenino del régimen

El enlace con la actualidad lo dan los niños robados del franquismo; el bloqueo por parte de la Fiscalía General del Estado en la investigación de la jueza Servini sobre los crímenes de la dictadura; y las asesinadas por violencia machista en 2016, que se cuentan, una a una y en voz alta, hasta llegar a las 53, una de las cifras que se dan para el pasado año.

Para Carla Chillida (Valencia, 1985), la directora del montaje, ponerse al frente de una historia como esta fue «raro pero interesante». Y se enfrentó a un conflicto con la primera lectura del libreto, aunque decidió decir sí cuando vio el posicionamiento feminista, latente, y también la crítica: “Ellas se llamaban feministas a sí mismas, y no lo eran, ni mucho menos. Pero lo que sí es cierto es que crearon el Auxilio Social, Mercedes Sanz-Bachiller lo creó, y tuvo cargos políticos durante décadas, Pilar Primo de Rivera estuvo al frente de la Sección, Carmen Polo tuvo mucho poder durante los últimos años de Franco… Se organizaron solas, aunque fuese para hacer daño, lo hicieron solas”. Ellas, las creadoras de su propia represión.