Pardeep Singh Kaleka experimentó en carne propia el dolor de mucha gente traumatizada por las matanzas que se suceden en Estados Unidos. Hace siete años, un supremacista blanco irrumpió en un templo sij de Wisconsin y mató a siete personas, entre ellas el padre de Kaleka.

Hoy, cada vez que un individuo baña de sangre una comunidad, Kaleka publica mensajes positivos en las redes sociales. Y a veces visita esa comunidad para alentar a la gente que siente el mismo dolor que él.

Ha estado en Newtown (Connecticut). En Charleston (Carolina del Sur). En Pittsburgh. “Somos casi que una familia”, manifestó Kaleka.

Virginia Beach
Las matanzas de los últimos años –la más reciente ocurrida el viernes, donde 12 personas murieron en Virginia Beach, Virginia– han hecho surgir una verdadera comunidad de miles de personas aunadas por el dolor, gente cuyas vidas han sido trastocadas.

Ninguno de los sobrevivientes sale ileso. Tampoco sus familiares, sus vecinos y amigos. El personal de auxilio y los funcionarios.

Los ataques cambiaron la forma en que los estadounidenses hablan y rezan. La expresión “tirador activo” no necesita explicación hoy. Las escuelas realizan simulacros de ataques para estar prevenidas. Policías y bomberos, traumatizados por las carnicerías que presenciaron reciben tratamiento psiquiátrico. Se han abiertos centros para ayudar en la recuperación. Y se forman grupos de apoyo de sobrevivientes.

Alcaldes, médicos, policías y otras figuras que lidian con estas crisis ofrecen consejos y apoyo a la siguiente ciudad que enfrenta uno de estos episodios.