En 1989 dos estudiantes de la Universidad Libre de Bruselas en Bélgica analizaron suero sanguíneo congelado de camellos y se encontraron con un tipo de anticuerpo previamente desconocido. Se trataba de una versión en miniatura de un anticuerpo humano: estaba formado por solo dos cadenas de proteínas pesadas en lugar de por dos cadenas ligeras y dos pesadas. Y como fue después anunciado, la presencia de estos anticuerpos fue hallada también en llamas y alpacas.

Treinta años después, un grupo de investigadores del Hospital Infantil de Boston y del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), ambas entidades en Estados Unidos, ha logrado un importante avance en relación a estos ‘minianticuerpos’. Han conseguido reducirlos aún más hasta crear ‘nanocuerpos’, que pueden ayudar a resolver un asunto de vital importancia en la lucha contra el cáncer: que las terapias avanzadas con células CART puedan ser efectivas en tumores sólidos.

Este tratamiento se basa en células T -un tipo de célula inmunitaria- extraídas de la sangre del paciente y modificadas en laboratorio para que ataquen a las células cancerosas. Se trata de una terapia muy prometedora para combatir cánceres hematológicos, como la leucemia, pero aún no son efectivas para tratar tumores sólidos.

Y aquí entran los nuevos ‘nanocuerpos’. Tras expirar la patente belga en 2013, la comunidad científica ha podido indagar en estos anticuerpos en miniatura encontrados en camélidos. Una de sus principales características es su capacidad de focalización. Los investigadores del MIT y el Hospital Infantil de Boston han utilizado los ‘nanocuerpos’ para apuntar al entorno de las células cancerosas, no a las células cancerosas en sí.