Una de cada cinco muertes en todo el mundo está causada por una mala alimentación. Las dietas poco saludables ya son responsables de más fallecimientos a escala global que el tabaco o que cualquier otro factor de riesgo, según refleja un nuevo estudio que acaba de publicarse en la revista The Lancet. La investigación, en la que han participado más de 130 científicos de casi 40 países, confirma un cambio de tendencia entre las principales causas de mortalidad: las infecciones y los problemas congénitos tienen cada vez menos peso, al tiempo que aumentan las enfermedades cardiovasculares (ECV), el cáncer y la diabetes.

Los malos hábitos de vida se han convertido en la mayor amenaza para la salud mundial, especialmente las dietas desequilibradas, responsables de casi 11 millones de muertes en 2017 (un 22% de todos los fallecimientos registrados en adultos). A título de comparación, el tabaco se ha asociado con 8 millones de decesos, la contaminación con 4,5 millones y la hipertensión con más de 10 millones. Según los autores, la suma de años de vida perdidos y años vividos con discapacidad que la malnutrición le ha costado a la humanidad asciende a 255 millones en poco más de 15 años. Además de los citados ECV, cáncer y diabetes, las dolencias renales son la cuarta causa de mortandad relacionada con la dieta.

«La mala alimentación es un asesino que no hace distinciones», advierte el doctor Ashkan Afshin, profesor del Instituto para la Métrica y Evaluación de la Salud de la Universidad de Washington (IHME, por sus siglas en inglés) y primer autor del artículo, «hemos observado que los riesgos afectan de forma similar a toda la población, independientemente del nivel de desarrollo y del estatus económico». Según Afshin esto se explica porque, aunque los hogares con más poder adquisitivo tienen acceso a mejores alimentos, «también tienen más opciones de llevar una dieta más desequilibrada, con exceso de carne roja, por ejemplo».

El estudio, que se ha centrado en factores directamente relacionados con la alimentación y no ha tenido en cuenta aspectos como la obesidad o el sedentarismo, señala que tres factores dietéticos representan más del 50% de las muertes: la baja ingesta de cereales integrales y frutas y el alto consumo de sodio (por el exceso de sal). El resto se relacionan con una presencia excesiva de carnes rojas, carnes procesadas, bebidas azucaradas y las grasas trans. Por otro lado, las mayores deficiencias en la nutrición global corresponden a nueces, semillas y leche, además de los cereales integrales.